La historia es necesaria
Actualizado: Guardar«Estemos unidos en la obra administrativa y de orden, con espíritu sereno». Éstas fueron las palabras que pronunció en su toma de posesión el último alcalde republicano de Ubrique, una semana antes del golpe militar que acabó con el anhelo de racionalidad expresado por este edil ubriqueño. Como él, cientos de vecinos de este pueblo conocieron a su pesar el rostro terrible de la más injusta de las derrotas. Muchos, huyendo de su hogar y abandonando a sus seres queridos, sus quehaceres cotidianos, su universo conocido; otros, sometidos a la humillación del silencio; otros perdiendo lo más preciado, su vida misma.
Del olvido de siete décadas hoy hemos podido rescatar los nombres de 150 ubriqueños asesinados por los sublevados contra el régimen constitucional de la República. Su inscripción en esta piedra conmoverá desde hoy los corazones de quienes se pregunten cómo fue posible que contra un pueblo indefenso se pudieran cometer tan despiadados crímenes.
Para un historiador, una jornada como ésta otorga verdadero sentido a la tarea de reconstruir el pasado, que nosotros hemos concebido más que nunca, tal como acuñó un clásico de este oficio, como un auténtico combate por la historia. Con este espíritu, la asociación Papeles de Historia emprendió una investigación para rescatar la memoria de las víctimas de la guerra civil y la posguerra de este pueblo, apoyándose en las fuentes de las que es tributario el historiador: los archivos y los testimonios orales de los familiares de los fusilados. Avalados por una resolución de la Consejería de Justicia de diciembre de 2004, pudimos continuar una labor ya iniciada para sacar a la luz los datos, hasta ahora ocultos, de la espeluznante tragedia de que fue víctima este pueblo.
Esta investigación, que pronto se transformará en el libro de la memoria histórica de Ubrique, será nuestra modesta contribución al reconocimiento que toda persona de bien debe a estos vecinos cuyas vidas segó una cruel injusticia. Dar a conocer cuál fue el significado del régimen legal en el que se desenvolvieron en los últimos años de su vida e intentar explicar los mecanismos del terror puestos en práctica en la represión ejercida contra ellos, son los fines del estudio histórico que hemos desarrollado sobre aquel período que nació con la esperanza de una fiesta democrática y pereció con la sordidez de la violencia.
En este pueblo, que no llegaba a los 7.000 habitantes, la represión se tradujo en la huida de más de mil personas, de las que sólo regresaron al final de la guerra 249; en el procesamiento y encarcelamiento de varios cientos; en la destitución de sus puestos de cuatro funcionarios municipales, decidida el 10 de agosto de 1936; en la incautación de bienes personales y colectivos, como la del edificio en construcción de la Sociedad de Obreros Marroquineros El Avance, cuyas obras estaban siendo sufragadas por los propios trabajadores y que fue intervenido por un decreto del 12 de diciembre de 1936; en el fusilamiento sin formación de causa de probablemente más de 150 personas.
La masacre fue indiscriminada. Fueron eliminados desde cargos públicos hasta ciudadanos anónimos. Entre los primeros, fueron fusilados sin formación de causa cuatro alcaldes republicanos y otros seis ediles, junto con otros miembros de organizaciones políticas y sociedades de oficio legalmente constituidas. Pero también vecinos sin ninguna vinculación partidista, desde un humilde colono hasta un modesto matrimonio de carboneros.
A ello hay que sumar otra práctica de terror infundida en los familiares de las víctimas: la ocultación del destino de sus cuerpos. Los sublevados organizaron unos enterramientos que jurídicamente tuvieron el carácter de clandestinos, al no haberse dado la premisa del levantamiento de cadáveres por la autoridad judicial. Los cuerpos de los ubriqueños fusilados fueron esparcidos por numerosas fosas comunes abiertas en la comarca, donde aún hoy están sepultados casi todos. Hay ubriqueños enterrados aún en fosas comunes en este mismo cementerio; en el exterior, junto a la tapia; en Benaocaz, Villaluenga, Grazalema, Prado del Rey, la zona de la Alcaría, el Marrufo , la Sauceda.
En el día de hoy, el Colectivo de Familiares de Fusilados en la Guerra Civil de la Sierra de Cádiz y el Ayuntamiento de Ubrique han organizado este acto solemne de homenaje a 150 personas asesinadas hace siete décadas y cuya dignidad no ha podido ser restituida hasta este momento. Probablemente en esta inscripción no estén todos los desaparecidos entonces, pero en ella figuran todos aquellos cuyas identidades hemos podido constatar.
Este acto tiene un precedente reciente: el entierro en este cementerio, el pasado mes de febrero, de los restos de 13 fusilados ubriqueños que habían sido depositados en una fosa común del camposanto de El Bosque y de donde fueron rescatados gracias al tesón de sus descendientes.
Volvamos a nuestro oficio de historiador y afirmemos que «la historia es necesaria» y por eso los pueblos, como hoy el de Ubrique, se ven obligados a recuperar su memoria colectiva si ésta ha sido arrebatada.