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Rafael Escuredo investiga sobre la memoria en 'Leonor, mon amour'

El expresidente de la Junta presentó ayer en Cádiz su quinta novela, «un trhiller interior» en el que aborda algunas de sus propias obsesiones personales

FRANCISCO APAOLAZA/CÁDIZ
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A Rafael Escuredo (Estepa, 1944), político retirado, abogado en activo y escritor in crescendo le aterra despertar una mañana y no saber quién es: «Mirar al espejo y no reconocerme». En ese mismo abismo aterrador del que lo ha perdido todo, en ese vertiginoso instante arranca la quinta novela de Escuredo, Leonor, mon amour (Almuzara, 2005), que presentó ayer de las manos amigas del periodista Juan José Téllez y la delegada de Cultura de la Junta de Andalucía, Bibiana Aído, en la Delegación de Cultura.

Leonor Bruler -más un «guiño machadiano» que una cuestión de videncia monárquica- despierta en un hospital tras un accidente de coche, quizás un intento de suicidio, y padece de amnesia. A partir de ahí discurre un thriller interior con la intención de enganchar, pero sin dejar de contener la «iconografía» de las «preocupaciones personales» del autor: «el drama de la culpa», las apariencias engañosas, la verdad, la mentira o los sueños.

Una vez despierta en un mundo desierto de recuerdos, a Leonor le queda un incierto camino para recuperar «a fogonazos» su pasado mediante «una memoria tramposa». «Somos un caudal de agua y memoria, más allá de consideraciones sociales. Porque sin memoria no podríamos amar. Porque el pasado es lo real, lo único real. El presente es efímero porque se convierte pronto en pasado, y el futuro es adivinación».

Ésa es «una de las claves» de Leonor, mon amour, además del sentimiento de culpa, que tiene que arrastrar la propia Leonor durante toda su vida, «que se convierte en un drama» por «cruzar la línea roja del incesto». Escuredo, que diputado y presidente de la Junta de Andalucía entre 1977 y 1984, enreda al lector en un «juego de espejos» en el que trata de contar «que nadie es lo que parece» y se planteó ayer cuáles eran los elementos que hacen que los vecinos digan de un asesino «que era un chico estupendo». «Existe un primer espejo que es la apariencia y luego están las imágenes ocultas y las cámaras secretas», inexpugnables. el caleidoscopio de las apariencias lleva al autor a otra dicotomía, la que se establece entre «una mentira que no conduce a ninguna parte» y «una verdad que conduce al infierno».

Por último, el mundo de los sueños es otro de los pilares intelectuales que sostienen la obra de Escuredo, que admite que «Freud no está de moda». «No paro de soñar. prefiero la irracionalidad de un sueño al sentimiento de culpa, porque en los sueños también se encuentra la verdad».

En un guiño a la actualidad, el autor no dejó de referirse a la polémica sobre las caricaturas del profeta Mahoma. «Hay que ser respetuoso con todo el mundo -aseguró-. Pero esa norma vale para todos. También ellos tienen que aprender a respetar que Occidente viva en la cultura de las libertades. Hay que suavizar la tensión, pero sin perder pie, sin perder nuestras libertades».