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GEORGE CLOONEY ACTOR, GUIONISTA Y DIRECTOR

«Usar el miedo como arma en una democracia es muy peligroso»

'Buenas noches, y buena suerte' reivindica la libertad de expresión durante la 'caza de brujas'

ANGÉLICA MARTÍNEZ/COLPISA. LOS ÁNGELES
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George Clooney (Lexington, 1961) no es sólo uno de los rostros más atractivos de Hollywood. También es una de las cabezas mejor amuebladas de la Meca del Cine, candidato este año a tres Oscar: como director y guionista de Buenas noches y buena suerte, y como actor secundario por Syriana. En su segunda realización, Clooney se sumerge en los años 50, cuando el presentador de la CBS Edward R. Murrow se enfrentó al senador McCarthy en plena caza de brujas. Hijo de periodistas, el actor creció en una emisora de televisión de Cincinatti donde soñaba con dirigir películas.

-Arrasa en las nominaciones al Oscar y, por si fuera poco, sigue siendo el hombre mas sexy del planeta.

-No, ese título me lo ha quitado Matthew McConaughey, pero ya estoy haciendo campaña para recuperarlo. Me parece un gran honor recibir el Oscar, pero pienso que es un sinsentido comparar el arte. Nunca he acudido a los Oscar; esta va a ser la primera vez, y voy porque estoy seleccionado.

-¿Se considera más director o actor?

-Adoro ser parte del proceso, actuar y también dirigir, porque me gusta mandar sobre la gente. Y escribir. No es fácil aguantar mucho tiempo dando la cara como actor sin que la gente se canse de ti, así que es una buena idea tener otra profesión para retirarse.

-¿Ve en su trabajo de actor una fórmula para poder dirigir?

-Es lo que he estado haciendo. Por ejemplo, para conseguir rodar Confesiones de una mente peligrosa tuve que incluirme como actor. Y lo mismo ha pasado en ésta, los productores no estaban precisamente encantados de hacer una película en blanco y negro.

-¿Cree que hemos aprendido algo de Murrow? Hay gente que sigue creyendo que McCarthy y su polémica caza de brujas tenían razón.

-La principal lección que podemos aprender es que siempre hay que buscar la esencia legal de las cosas. Últimamente se está recuperando la calidad del periodismo en EE UU. Me sorprendió mucho ver a los reporteros sacar los dientes durante el desastre del Katrina. Fue una sorpresa muy agradable, porque hacía mucho que no se veía algo así por aquí, desde las acusaciones contra Clinton. Y da gusto volver a ver esas ganas de cuestionar la autoridad, sea cual sea.

-¿Quiénes son los Murrows de hoy en día?

-Hoy no hay Murrows. No quiero decir que no haya gente de gran ética, sino que ya no hay ninguna posibilidad de que un hombre solo pueda cambiar una política. Lo que no significa que no haya gente a la que puedes pasarte horas escuchando. No es que no existan, es que ya no tienen ese poder.

-La información también ha cambiado.

-Antes todos veíamos la misma información, y era fácil estar de acuerdo o no. Cada uno asimilaba a su manera lo que había visto, lo adaptaba a sus creencias, y acababa formándose una opinión. Ahora ves las noticias en el canal que piensa lo mismo que tú; si eres conservador ves la Fox; si eres liberal, la NPR. Y el resultado es que cada uno parte de una base distinta. Ni siquiera los hechos son los mismos. Si hablas con mis tíos en Kentucky, te dirán que Sadam Hussein formaba parte de Al Qaeda y participó en el 11-S. Para ellos, esos son hechos. El problema de cosas así es que polarizan a la gente.

-¿Llegó a conocer a Fred Friendly, el periodista que usted interpreta?

-No, pero he crecido con él. Siempre me ha interesado el tema de la ética en el periodismo, que en realidad es sinónimo de la ética en la vida. Leí en uno de sus libros que siempre llevaba encima una versión reducida de la Constitución. Para imitarle me compré una cuando tenía 25 años. Todavía la conservo y suelo llevarla conmigo, porque es útil para resolver dudas.

-En su cinta se pone de manifiesto que el pasado resuena en el futuro.

-Efectivamente. Estamos en una época en la que parece imposible utilizar el miedo para atacar las libertades civiles, en que creemos que a nadie se le pasaría por la cabeza organizar otra caza de brujas o volver a recluir en campos de concentración a los japoneses que viven en Estados Unidos. Y, sin embargo, si lo piensas un poco, te das cuenta de que son cosas que hacemos de vez en cuando.

-Habla de lo peligrosa que puede ser la democracia cuando el miedo se usa como un arma.

-Nunca he dicho que una democracia pudiera ser peligrosa, sino que es muy peligroso para las democracias usar el miedo como arma. Ocurre muy a menudo.

-Sobre todo ahora, en EE UU.

-Mi padre, un demócrata convencido, siempre ha dicho que da igual quién esté en el poder: Clinton, Nixon, Carter Si nadie les vigila, se corromperán. Todo el mundo sabe que eso es así. Y por eso es importante el Cuarto Poder, por eso aprecio el periodismo y creo que hay que cuidarlo.

-¿Estados Unidos da miedo?

-Hemos pasado una fase que asustaba, pero puede que ya estemos recuperando el sentido. Vamos lentos, hemos perdido la cabeza varias veces. Cuando nos asustamos, defendemos nuestro país a capa y espada. Pero si no hubiéramos cambiado, las mujeres no estarían votando y los negros seguirían sentándose en la parte trasera del autobús.

-¿Qué le parece la forma de escribir de Murrow?

-Ya nadie escribe así. Era clarísimo al hablar de las cosas. Como cuando decía: «Deberíamos ser los líderes no sólo en cuanto a las bombas, sino en cuanto a las ideas». O «no se debe confundir no estar de acuerdo con ser desleal». Cualquier candidato que en las últimas presidenciales hubiera pronunciado cualquiera de esos dos discursos habría ganado.

-¿Alguna vez consideró la posibilidad de rodar en color?

-No. Queríamos hacer exactamente lo mismo que Murrow, mostrar a McCarthy con sus propias palabras sin imitaciones.

-¿Por que ha rodado dos películas de alto contenido político?

-Porque me interesa mas provocar que tener en mi pasado películas comerciales. No me importa la taquilla, sino cuestionarme y que la audiencia se cuestione, obviamente a través de mi trabajo, desde un punto de vista artístico. Todo el mundo tiene derecho a la libertad de opinión.