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Jugadas polémicas

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Por mucho que los errores arbitrales le vengan bien a los periodistas para llenar las páginas deportivas y aunque animen las discusiones de los fervorosos aficionados, opino que los responsables federativos, teniendo en cuenta las graves consecuencias deportivas y extradeportivas que tales fallos generan, deberían poner cuanto antes los medios adecuados con el fin de evitarlos o, al menos, de disminuirlos. La velocidad y la complejidad del fútbol profesional actual exigen la adopción de procedimientos humanos más satisfactorios y el empleo de unas fórmulas técnicas más fiables, en las que los colegiados apoyen sus decisiones sobre la validez de determinadas jugadas dudosas como, por ejemplo, los fueras de juego, los penaltis y, sobre todo, los goles. Resulta irrisorio que se siga confiando en la simple visión y en el juicio instantáneo de un señor que ha de decidir en segundos sobre la legalidad de jugadas vertiginosas y complicadas. No podemos perder de vista que un error arbitral puede provocar unos efectos importantes en la vida profesional de los jugadores, causar cuantiosas pérdidas en la economía de los equipos y, además, puede excitar los ánimos de miles de aficionados y generar incontrolables desórdenes públicos. ¿Se imaginan, por ejemplo, que, para determinar el ganador de una carrera, nos conformáramos con la impresión de un juez situado a varios metros de distancia de la meta? Fíjense cómo en deportes practicados en canchas más reducidas y con menos jugadores, como el baloncesto o el tenis, además de contar con más de un juez, cabe la posibilidad de que examinen la jugada e, incluso, de que realicen comprobaciones detalladas usando procedimientos tecnológicos más precisos. Creemos que, mediante el empleo de censores electrónicos o de videos, aumentarían las garantías de acierto o, al menos, se evitarían los fallos más graves. La serenidad, el conocimiento de las reglas y la ecuanimidad de un árbitro no garantizan que una jugada fuera gol legal o no.