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Caos en Barajas

Tres vecinas de Chiclana pierden un vuelo a Londres por la mala organización de la nueva Terminal del Aeropuerto de Madrid

TEXTO: CARLOS DE ALARCÓN / FOTO: CEDIDA / CHICLANA
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Chiclana, 11.45 horas del domingo 5 de febrero. Lola y Ana, dos hermanas vecinas de la localidad se disponen a coger el coche para dirigirse hasta el Aeropuerto de Jerez, donde está previsto que un avión les traslade hasta Barajas, lugar de encuentro con la hija de una de ellas, Mª Paz Galera, otra chiclanera afincada en Madrid con su marido y sus dos hijas desde hace cuatro años, para enlazar con otro vuelo que les lleve a las tres hasta Londres, donde tienen pensado permanecer hasta el miércoles.

Hasta ahí, esta historia podría ser la habitual en la vida muchos si no fuera porque lo vivido por estas tres mujeres desde que llegaron a Jerez, en torno a las 12.30 de la mañana, se convirtió en una auténtica odisea que terminó pasada la medianoche de ayer. Y todo debido al caos generalizado que se instauró en la nueva Terminal, T-4, que el sábado fue inaugurada por el presidente del Gobierno, José Luís Rodriguez Zapatero, y la ministra de Fomento, Magdalena Álvarez, y que el mismo domingo entraba en funcionamiento para el público.

Para empezar, el primer avión de Iberia que enlaza Jerez con Madrid se retrasa cinco horas, y no es hasta las siete de la tarde cuando lo cogen, por lo que el de British-Airways, que les llevaría hasta Londres y previsto para las 18.10 horas, lo pierden. «Decían que el retraso era motivado por la niebla que había en Jerez a esa hora, pero eso es totalmente falso ya que otros vuelos como los de Spanair si despegaron y aterrizaron a esa misma hora. Lo que ocurría es que ningún vuelvo aterrizaba en la T-4, y a Iberia le corresponde ésta, mientras que a Spanair lo hace en la T-1», comentan.

A pesar de ello, Mª Paz consigue cambiar el vuelo y trasladarlo hasta las 20.45 horas, dando así una hora de margen a su madre y su tía para poder incorporarse al avión con destino a Inglaterra. Pero otro nuevo problema se cruza en este frenético día. Al llegar a Madrid, las maletas debían ser recogidas y facturadas otra vez por tratarse de un vuelo distinto al acordado en un principio. Y los inconvenientes se hacían más palpables al no aparecer el equipaje por la cinta transportadora, por lo que la posibilidad de facturarlas y coger el nuevo avión previsto se esfuma.

Pero la cosa no queda ahí. Mª Paz ya tenía la suya en el avión y al ver la imposibilidad de su familia de poder hacerlo, rehusó coger el vuelvo y pidió que su maleta le fuera devuelta. Eran las diez de la noche y el vuelo a Londres estaba perdido, pero su madre y su tía también. «Yo estaba en la Terminal S, también conocida como zona satélite, lugar dedicado a vuelos internacionales, donde llegas por medio de un tren y del que una vez que entras, no puedes volver a salir». Mientras, Lola y Ana esperaban en la zona M. «Después de una hora de ir de un lado para otro, pude salir de esa burbuja de cristal, que es lo que parecía ese lugar, y gracias a una chica de Iberia conseguí llegar hasta el mostrador de reclamación».

Allí se encontraron con el último obstáculo. «Había muchísima gente guardando cola para firmar en las hojas de reclamaciones. A nosotros nos ofrecieron cambiar el vuelo para el día siguiente -por ayer- pero declinamos esa idea ya que si el domingo pasó lo que pasó, no quería ni imaginar lo que sería un lunes».

Vuelta en tren

Así pues, las tres cogieron sus maletas y aplazaron su viaje a las islas británicas. A las 00.30 horas llegaron a casa de Mª Paz después de un agotador día en la T-4 de Barajas. Mañana, tanto Lola como Ana volverán a Chiclana, pero lo harán en tren. «Vamos a coger el Talgo hasta Jerez, donde dejaron el coche. No volveremos a ir a Barajas hasta que se normalice todo». Mª Paz lo tiene claro, y culpa a la inauguración prematura de la nueva área del Aeropuerto de Madrid como el causante del problema. «Si llegamos a realizar el viernes el viaje no no pasa nada. Hemos tenido mala suerte de inaugurar esta terminal, porque vi que ni los propios empleados de Iberia sabían cómo moverse», concluía.