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Perros urbanos

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En respuesta a la información «El problema de los excrementos de perros espera una aplicación efectiva de la ordenanza» publicada el pasado día 2 de febrero, y como propietario de un perro, quisiera comentar algunas cuestiones.

La realidad es que la playa, a cualquier hora del día, no está llena de perros. La presencia de uno o dos perros por cada kilómetro de playa dista mucho de lo que se afirma en la información. Colocar 20 pipican diseminados por ahí no equivale a colocarlos «por toda la ciudad», puesto que tocaría a un pipican por cada 1000 metros cuadrados o, si lo prefiere, por cada 503 perros (según las cifras que usted aporta). En cualquier caso, aún no he tenido la fortuna de encontrarme con ninguno en los variados itinerarios que realizo diariamente con mi perro por el casco antiguo de la ciudad.

En cuanto a las «papeleras con bolsas especiales», puedo decir que sólo recuerdo haberme topado con una, que tampoco tenía bolsas disponibles. No obstante, considero que no debe de ser problema para el propietario proveerse de una o dos bolsas en su propia casa. En cualquier caso, notifico a la concejalía que se ocupa de la limpieza que en la ciudad de Sevilla, sin ir más lejos, los ciudadanos piden las bolsas en el ayuntamiento, lo cual conlleva un ahorro en papeleras especiales y aún da para realizar una campaña municipal de concienciación que quizás podría emular nuestro ayuntamiento, aprovechando los flamantes y nuevos medios de comunicación municipales.

Dejando a un lado lo desafortunadas que resultan las declaraciones del edil García-Agulló en cuanto a la poca generosidad de la gente joven a la hora de contribuir a que aumente el índice de natalidad, simplemente afirmaré que responsabilizarse de una mascota es una de las muestras de generosidad más notables y desinteresadas de las que puede hacer gala una familia. Y estoy convencido de que quien afirma lo contrario es porque ni disfruta ni disfrutó jamás de esta compañía.

Las personas que cohabitamos en nuestros hogares con estos animales, al menos unas 30.000 personas en esta ciudad, demandamos un sitio para ellos, donde su presencia no sea sancionada con una multa de 600 euros y donde puedan dar aunque sean dos carreras sin miedo a que el resto de los ciudadanos, al parecer mucho más generosos, se vean molestados.

La limpieza de la ciudad es responsabilidad de los propietarios bajo multa de 900 euros. Pero no lo es en la playa, puesto que allí la sola presencia del animal constituye delito, sancionado con una multa de 600 euros. Me pregunto entonces: ¿por qué la presencia de un perro en la playa conlleva sanción aún no habiendo éste ensuciado nada? ¿Acaso no sería igual de efectiva la primera sanción en la calle que en la playa? ¿Por qué tenemos que pagar justos por pecadores?

La declaración universal de los derechos de los animales, aprobada por la UNESCO y la ONU en 1978 dice en su artículo número 5: «Todo animal perteneciente a una especie que viva tradicionalmente en el entorno del hombre tiene derecho a vivir y crecer al ritmo y en las condiciones de vida y de libertad que sean propias de su especie». Indudablemente, una ciudad que tiene a bien dedicarle una calle a un perro, debería de permitirle el acceso aunque sea a unos 200 metros de playa acotada para ellos en temporada de invierno.

Está claro que los perros no votan. Pero sus propietarios sí.

Iván del Río. Cádiz