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Actualizado: GuardarTelecinco despidió el domingo, con abundancia de recursos circenses y profusión de luz y sonido, la séptima temporada de Gran hermano. No hay imagen más expresiva del alma de este reality-show que esa escena de los concursantes descendiendo en tirolina para salir de la casa. España se ha convertido ya en el país del mundo donde más éxito ha tenido este programa. Eso podría inspirarnos reflexiones más bien melancólicas sobre nuestro paisaje y nuestro paisanaje: ¿Qué extraño motor nos mueve a estar tan pendientes del insignificante vaivén personal, doméstico hasta la vulgaridad, de unos individuos cualesquiera? Quizás es el mismo motor que hace que España sea el país europeo donde más éxito tiene el género rosa y también el único país donde ha sido posible extender la atmósfera bronquista y golfa del 'late night' televisivo al resto de las franjas horarias. Todo esto, seguramente, tiene que ver con nuestra proverbial incapacidad para construir una vida pública significativa mientras, al contrario, todo lo reducimos a la privada.
Como este género de reflexiones no suele gozar del aplauso, quedémonos con las constataciones meramente técnicas: Telecinco no sólo ha encontrado una mina, sino que además la está explotando con gran acierto. Hay un evidente descenso de audiencia desde la primera temporada, que convocó a más de nueve millones de espectadores hasta la temporada actual, la séptima, que se despidió con cinco millones. Lo prodigioso habría sido que mantuviera una audiencia tan desmesurada. Y puede decirse que es un triunfo. El mérito hay que atribuírselo a los que escogen a los concursantes, a los que ponen en escena el festejo y a la que da la cara, que es Mercedes Milá. Al margen de que a uno le guste o no , las medallas hay que colocárselas a quien las merece: están haciendo su trabajo y lo están haciendo muy bien. Ahora habrá que preguntarse si veremos una octava edición. Dado el rendimiento de la que ahora termina, todo apunta a que podríamos tener Gran hermano para dos o tres años más. Somos así.