Orden público
Actualizado: GuardarIngresaron en prisión, la semana pasada, los dos policías municipales de La Línea condenados por detención ilegal y atentado grave contra una persona.
A esta noticia han seguido una serie de manifestaciones políticas que la hacen aún más grave, siéndolo ya suficientemente que quienes deben velar por que se cumpla el orden se conviertan en sus transgresores. Este tipo de delitos producen una especial indefensión, por cuanto quiebra el principio de confianza por la que los ciudadanos ceden el uso exclusivo de la fuerza a otros ciudadanos para que los defiendan, como militares o como policías, contra un enemigo externo o contra la delincuencia, presuponiendo que lo harán siempre de acuerdo con la justicia y nunca contra ellos mismos. Los incumplimientos puntuales que traicionen esta confianza deben ser corregidos. Pero más importante aún es que los responsables políticos, como gestores de los intereses de los ciudadanos, no dejen un atisbo de ambigüedad en sus instrucciones para hacer uso de esa fuerza. No existen atajos para luchar contra el delito. Se terminan volviendo contra quien los intenta. Lo vivimos con el GAL y los grupos parapoliciales anteriores que acabaron creando una nueva generación de terroristas. Y ya hemos visto que el modelo marbellí de limpieza de la delincuencia callejera no ha impedido un aumento de los delitos de mafias extranjeras. Porque si se aprieta una bolsa llena el bulto sale por otra parte. El alcalde popular (y antes gilista) de La Línea, Juan Carlos Juárez, acaba de defender que su «modelo policial», eufemismo que tiene buen cuidado de no explicar, ha permitido que esa ciudad dejara de ser refugio de «delincuentes habituales, pedigüeños, varillas e indeseables de toda índole». Naturalmente, no parece preocuparle que hayan podido huir a poblaciones cercanas. Salvo los delincuentes, perseguibles cuando cometan un delito, los otros citados podrían ser considerados, según una interpretación muy subjetiva, sólo como molestos. Si se permite que se les reduzcan los derechos a unos, porque a alguien le puedan parecer molestos, se llega a que cualquiera de nosotros pueda ser considerado así, un indeseable, según el capricho o los intereses de quien mande. ¿Por qué no aplicar «el modelo» a quien no baje la basura a su hora, o ponga la televisión muy alta, o simplemente no pague las multas? Precisamente, debe estar muy claro lo que es infracción de una ley y su castigo para que todos tengamos la garantía de que no se nos tratará con abuso. Que el poder no pueda ser nunca arbitrario con nadie. Si hay inseguridad jurídica difícilmente puede haber seguridad ciudadana.
En este caso concreto, tanto la Audiencia Provincial como, posteriormente, el Tribunal Supremo han declarado probado que estos dos policías locales detuvieron de manera ilegal a una persona, la trasladaron a un polígono de las afueras y la golpearon repetidamente. El hecho de que la víctima sea un delincuente habitual es irrelevante porque no se le juzga a él sino un hecho objetivamente condenable. En lugar de condenarlo, Juárez denuncia «una injusticia contra dos grandes trabajadores y amigos», poniendo, así, irresponsablemente en duda las garantías de todo el sistema judicial. Y un dirigente municipal de Comisiones (ya desautorizado por el sindicato) califica los hechos como un «error en las formas»(¿?). En ese ambiente enloquecido, un Pleno exige el indulto, mientras el alcalde consiente que se insulte a quienes libremente se oponen al mismo, y la propia Policía Local advierte, el día después, que no les obedecerán si, alguna vez, ganan las elecciones. ¿Están privados los ciudadanos de La Línea del derecho de libre elección? Flaco favor le hacen todos al posible indulto, que exige un Informe del Tribunal sancionador donde conste «especialmente las pruebas o indicios de su arrepentimiento». ¿Hay arrepentimiento? El Pleno sucedía el mismo día que Acebes y Arenas dieron un mitin con Juárez. Eludieron pronunciarse sobre este caso, en vez de condenarlo, como sin duda hubiesen hecho si fueran otros los responsables. Se dice que los votos de Juárez son importantes para conseguir el poder en Diputación. Pero es grave para toda la provincia que se prepare ese cesto con esos mimbres.