La vida con una nueva cara
Actualizado:Las impresionantes imágenes de Isabelle Dinoire, la mujer a la que hace menos de tres meses le realizaron un trasplante parcial de rostro, leyendo un texto en el que explicaba que está contenta con su nueva cara y que la considera como propia dieron ayer la vuelta al mundo. ¿Hasta dónde se puede considerar como propio un rostro ajeno? ¿Qué sensación produce mirarse a un espejo y encontrarse un extraño? Seguramente es más reconfortante que comprobar las horrorosas cicatrices dejadas por el ataque de un perro. Pero ¿qué ruptura de esquemas mentales, qué crisis de personalidad, qué problemas psicológicos se le pueden presentar a alguien que ha perdido su imagen y se ve obligado a aceptar una gestualidad que no responde a su personalidad, equilibrio emocional y necesidad de expresión?
«Puedo abrir la boca, siento los labios y la nariz, ahora puedo sonreír y hacer gestos, así que pienso que he tomado control de la cara», dijo Isabel ante las cámaras de televisión. ¿Será cierto que controla un rostro ninguno de cuyos músculos ha sido trasplantado porque la operación se ha limitado al tejido, la grasa subyacente, los nervios y los vasos sanguíneos, cuando sólo para mover los labios utilizamos 12 músculos del cerca de un centenar que nos proporcionan una fisonomía específica?
Esa seudo ciencia llamada fisiognomía, que estudia el comportamiento de las personas a través de sus rasgos faciales explica que una nariz larga y gruesa anuncia prudencia; que una chata y caída denota un espíritu violento y burlón; que una boca grande indica un carácter embustero y chismoso; que una pequeña da un espíritu pacífico y discreto; que unos labios gruesos indican sencillez; que unos delgados anuncian astucia y un espíritu malicioso Tiene que ser pavoroso enfrentarse a la vida con una nueva cara. Pero lo más aterrador sería que la trasplantada tuviera que adaptarse a lo que trasmite su nuevo rostro. ¿Es la vida con una nueva cara o la cara con una nueva vida?