Choque de civilizaciones
Actualizado:La crisis de las caricaturas afecta ya de lleno a la identidad europea y a su imagen en el mundo islámico. Sin embargo, y una vez más, la Unión Europea no está siendo capaz de responder con una sola voz y un mensaje claro, ni siquiera ante la destrucción de algunas sedes diplomáticas europeas en Damasco y Beirut. La presidencia austríaca de la UE se ha limitado a decir que los ataques son «completamente inaceptables», pero ha preferido apostar por esperar y ver. Por mucho que el alto representante de la diplomacia europea, Javier Solana, haya pedido el fin de la violencia y advertido al mundo árabe de que está dañando su propia imagen en el mundo, las declaraciones a título individual realizadas por varios jefes de Gobierno europeos, como si no formaran parte de la Unión, han evidenciado que la Europa política está lejos de ser una realidad. Frente a Reino Unido, Irlanda y Polonia, países que piden evitar provocaciones innecesarias y con los que estaría de acuerdo Washington, otros Gobiernos como el de Alemania, Holanda y los Países Escandinavos han optado por una defensa firme de la libertad de expresión. En el caso español, el presidente Zapatero ha virado desde la inicial equidistancia entre los dos bloques hacia la comprensión del hecho religioso. Pero en vez de hacerlo en coordinación con Londres y Varsovia, ha preferido una defensa algo oportunista de su Alianza de Civilizaciones mediante una carta firmada conjuntamente con el primer ministro de Turquia, Taryp Erdogan. En el texto publicado en el Herald Tribune, ambos dirigentes dicen defender la libertad de expresión, pero rechazando la publicación de las viñetas «desde un punto de vista moral y político», y piden a la comunidad internacional «construir un sistema internacional más justo» a través del «máximo respeto a las creencias de ambas partes».
La violenta reacción desatada por la publicación en los medios occidentales de las caricaturas danesas sobre el profeta Mahoma está, sin embargo, siendo tan absolutamente desproporcionada que hablar de respeto desde ambas partes, cuando están ardiendo embajadas europeas, establece una equivalencia de responsabilidades de todo punto injustificable. Por mucho que estos dibujos sean desafortunados, la protección del hecho religioso que Europa debe fomentar es aquella propia de un Estado de pluralismo y libertad. Está claro que grupos radicales islámicos están utilizando este caso para fomentar el odio a lo occidental, marginar las opciones islámicas o laicas moderadas e impedir la democratización de sus países. Ante esta manifestación del anunciado «choque de civilizaciones», la descoordinación de los líderes europeos es muy criticable. Las actuales tensiones en Irak, Líbano y Palestina, y la negativa de Irán a cooperar en cuestiones nucleares, están dando alas a los grupos radicales para extender este movimiento de protesta y destrucción, que con el tiempo podría llegar al interior de Europa. Si la Unión no actúa con una sola voz, su mermada credibilidad internacional quedará aún en peor situación.