Chapuzas de cuello blanco
Actualizado:Dicen los diccionarios que chapuza es la obra de poca importancia o la labor hecha sin arte ni esmero. Pero es mucho más: es la imprevisión, la precipitación, la tarea sin rematar o mal hecha, que se hace pasar y se cobra como si se hubiera ejecutado cabalmente. A mitad de camino entre el «tente mientras cobro» y el «aquí no reclama nadie», medio país hace chapuzas para el otro medio sin la mínima preocupación por la excelencia ni el más remoto desasosiego por la irresponsabilidad. Alguien dirá que existen razones sociológicas, psicológicas y raciales que explican la inmersión en la mediocridad, la generalización del conformismo, el imperio de la ineptidud. Pero hay razones políticas, económicas y morales para acabar con la peste de la chapuza intelectual, la de cuello blanco o dorado de los ingenieros, programadores, directores de logística o responsables financieros, que es más inadmisible que la artesanal, la de cuello azul, la de albañiles, fontaneros o mecánicos.
La inauguración de la nueva terminal del aeropuerto de Barajas ha marcado un récord de chapuzas difícilmente superable. A las habituales pérdidas de vuelos y maletas por señalizaciones equívocas se añadieron ayer fallos en los ordenadores, demoras inadmisibles en los sistemas de check-in automático, teléfonos públicos precintados, ascensores y escaleras mecánicas inservibles, cajeros de aparcamiento fuera de servicio, insuficiencias en el acceso desde las dársenas de autobuses. Pudo ser olvido, negligencia, falta de presupuesto, prisas, presiones políticas para el autobombo. Pero todo eso ocurre porque la legislación no protege al límite los derechos de los clientes y por la tacañería judicial en la aplicación de indemnizaciones por responsabilidad civil, lucro cesante o daños morales. Así, los chapuceros de todos los colores tienen el campo libre para perpetuarse entre el conformismo de los perjudicados y la tolerancia de los que tienen que defender los derechos ciudadanos.