Cádiz C.F.

Una mano al cuello

Rafa Guerrero impide la victoria del Cádiz al pitar una mano inexistente de Medina Los amarillos marcaban a los catorce segundos pero Calleja igualaba en el 62'

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Otra vez. El mismo de siempre. Rafa, no me... ¿Qué te ha hecho el Cádiz? ¿Es que tu permanente envidia la larga cabellera de Medina? Mejor dicho, ¿qué te ha hecho el fútbol? ¿Tú no estabas cantando con la Kangoo? ¿Pero tú no estabas lesionado? Lo del linier más famoso de España roza el surrealismo más extravagante. Su decisión habría tenido gracia si hubiera sido el final de un cuplé, pero a las 18.45 sólo él estaba de Carnaval. Cádiz no.

Rafa Guerrero eclipsó un partido intenso, emocionate, vibrante en ocasiones, que tuvo miga de principio (¿qué principio!) a fin. Sólo él vio la mano con la que Medina empujó el balón el balón en boca de gol y se traía los puntos para la Tacita. Una mano al cuello. Se lo calló el tiempo suficiente para que todos paladearan la victoria. Después se llevó la miel, y los labios cadistas sólo sirvieron para protestar y pronunciar palabras irreproducibles en este periódico.

No es Guerrero, sino mago. Lo mismo convierte el pecho en una mano, a Solana en Aguado. Transforma el tres en uno, un buen resultado en uno malo.

Delante desde el principio

Pero el empate en El Madrigal fue una pena no sólo por eso. Al equipo amarillo, ayer tan verde como maduro, se le puso el partido de cara muy pronto. ¿A los 14 segundos! Gracias a uno de los goles más rápidos de esta Liga, sino el que más. Y eso que sacaba de centro el Villarreal, un balón que templaba Cazorla y abría al lateral para la llegada de Arruabarrena. Pero el vasco se trastabillaba y perdía el balón ante el pillo Estoyanoff, que en sólo dos toques robaba e introducía un balón en profundidad para la llegada de Medina. El Cacique, sin mirar a la portería pero sabiendo perfectamente dónde se encontraba, se la cruzaba a su amigo Viera y adelantaba a los visitantes en el marcador.

El equipo de Pellegrini se quedaba frío y los de Espárrago aprovechaban ese desconcierto castellonense para desplegar su mejor fútbol. Dirigidos por un inspirado Benjamín, llegaban con facilidad a la meta del uruguayo de la gorra merced a rápidos contragolpes que adolecían de mayor pegada.

Tras una buena triangulación, llegaba la jugada más desgraciada del encuentro. Mucho más que la mano final. Y es que estaría en juego la salud de un futbolista que este año no ha sido capa de gambetear a las lesiones. Iván Ania, titular en la tarde de ayer, se adelantaba en una galopada a Quique Álvarez, pero el defensa lo derribaba con tan mala fortuna que el asturiano caía mal con el hombro y se fracturaba la clavícula.

En pocos minutos, Ania trocaba el verde de El Madrigal por el blanco del hospital donde sería atendido de sus dolencias. En su lugar entraba un Oli que nunca estaría cómodo en la posición de interior zurdo.

Un duro golpe

El Cádiz atajaba el golpe y seguía amenazando al Villarreal. Estoyanoff era el que remataba un buen centro de Raúl López pero el balón se marchaba fuera. Más tarde, Mirosavljevic enviaba a la cruceta un buen disparo con su mala izquierda, aprovechándose de una salida pésima de Sebastián Viera.

El conjunto de Pellegrini vivía su peor momento. Totalmente superado en el centro del campo, inoperante en ataque y nerviosísimo en la parcela defensiva. Tanto Quique Álvarez como Gonzalo y Arruabarrena, sobre todo este último, no daban la impresión de estar componiendo la zaga de un nuevo Grande de España. Aún así, gracias a la movilidad de Forlán lograban crear una sensación real de peligro.

Sobrepasada la primera media hora, los de casa empezaban a hacer ese juego que tanto les gusta. Tocar y tocar. Y seguir tocando. Les faltaba Riquelme para abrir la lata de un Cádiz que defendía demasiado atrás y que tarde o temprano comenzaría a acusar el desgaste. Y por calidad llegaban las mejores ocasiones de los amarillos. Primera sería Berizzo, sí, el propio Berizzo, el que en un difícil depeje estaría a punto de marcar en propia puerta, si Armando no hubiera volado hacia el larguero. Y finalmente Cazorla y Forlán, en dos ocasiones, probaban los reflejos de un Armando, mucho má acertado en esos disparos que en las salidas.

Inicio fulgurante

Pese a la insistencia, el Villarreal no conseguía marcar antes del descanso. El equipo de Espárrago había mantenido su puerta a cero ante uno de los rivales con más pólvora del campeonato. Pero quedaba la segunda mitad. Un período en el que el conjunto castellonense salía mucho más enchufado con la intención de igualar lo antes posible. Con las ideas mucho más claras que los gaditanos, seguramente porque utilizaban más la cabeza, mientras que los cadistas tenían que recurrir a las piernas para correr detrás del cuero, llegaban con más solvencia al marco de Armando.

Sorín cabeceaba por encima de la portería y a continuación Nenad disparaba fuera un buen córner servido por Estoyanoff. El acoso Villarrealista ya era total y los de Espárrago sufrían para acometer las embestidas rivales. Y como es lógico, el gol llegó. El recién salido Calleja dejaba en evidencia a un Benjamín fundido y agarraba con la punta una asistencia de Forlán para cruzarla ante Armando. Empate y todavía quedaba media hora para sufrir.

Pero el partido de ayer no estaba suscrito a ningún guión prestablecido. Cada minuto era una sorpresa, un nueva aventura. En sólo cinco minutos el Vllarreal tenía cuatro oportunidades pero su falta de gol le hacía cavar su propia tumba. Desperdiciaba su oportunidad y el Cádiz volvía a tomarle el pulso al encuentro. Las fuerzas se igualaban, pero un boliviano se encargaría de desnivelarlas. De forma absurda, Peña realizaba una entrada escalofriante sobre Varela (plantillazo) y se iba a la ducha cuando apenas llevaba veinte minutos en el campo. Ahora había que saber jugar con superioridad, y sí, el equipo gaditano sabía hacerlo. De los errores se aprende más que de los aciertos, y el equipo verde creaba en diez minutos dos oportunidades clarísimas. La primera la malograban entre Oli y Estoyanoff al facilitar la labor de Viera. Pero la segunda sólo la podía parar él, Rafa. No podía ser otro. Con pocos reflejos, porque reaccionó tardísimo, pero con un movimiento de brazo inconfundible. Gol anulado. Era la única manera de parar a un gran Cádiz al que sólo arbitrajes como esos son capaces de meterlo en al final en los fatídicos puestos de descenso.