«Es un animal tranquilo, te mira cuando pasas y te dice ¿adiós, buena suerte!»
Félix Tejada regenta en El Puerto de Santa María el taller «que ha parido» los astados de Osborne desde su origen hace ya medio siglo
Actualizado: GuardarFélix Tejada (El Puerto, 1933) se define a sí mismo como un «cerrajero de cuatro reglas»: sumar, restar, multiplicar y dividir. Pero sus conocimientos básicos están combinados con una genética de poderío artístico que corroboran familiares como José Luis Tejada, poeta, y Javier Tejada, escultor, y que él ha dedicado durante toda su vida al Toro de Osborne. Se enfrentó por primera vez al animal en la década de los 50, cuando junto a su tío, Pepe Tejada, trasladó un boceto del astado en papel de cuadrícula a una estructura de 14 metros de altura, primero de madera y después de hierro, dividida en paneles de 2,4 metros, que era «lo que cabía en los camiones más anchos de la época».
Desde entonces ha dado «más de cien vueltas a España» en misiones de transporte, excavación, limpieza de caminos, hormigonado, cimentación, pintado de las chapas, colocación de las vallas y «hasta de relaciones públicas» del Toro, que, considera, debe ser un «símbolo de unión de los españoles y jamás de discordia».
-El Toro es una obra que ha tenido reconocimientos artísticos y encima es un símbolo de España. ¿Se dieron cuenta de lo que estaban fraguando cuando recibieron el boceto y el encargo?
-En absoluto. El Toro nació de la casualidad, como las cosas que a la larga son importantes. En un taller pequeño y con las herramientas de entonces, Pepe Tejada, un hombre despierto de cabeza, fue haciendo el despiece técnico de la valla. Casi sin darnos cuenta pusimos el primer toro de madera en la carretera. A Osborne le fue gustando y fuimos haciendo más y más, ya de hierro, en una faena que es muy especial, con mucha astucia, porque conseguimos que algo grande se hiciera de forma sencilla. Los españoles hicieron pronto suyo al Toro y ahora el animal es un cordón de unión de Andalucía con el resto del mundo.
-Y este año son ya cincuenta años de toros en las carreteras.
-Cincuenta años... en noviembre me di cuenta yo de lo ligero que pasa la vida. En el 74 tuve el primer encargo de un Toro por mi cuenta, el toro de mi alternativa [risas], que es el que está en Conil. Tengo una película en Super 8 hecha aquel día, allí, con mis chiquillos. En noviembre fuimos a montar de nuevo el Toro porque estaba viejo, y esta vez fueron mis hijos los que hicieron el trabajo y sus hijos, mis nietos, los que jugaban con el animal. Ha pasado una generación entera en torno al Toro.
-La Ley de Carreteras del 88 estuvo a punto de acabar con las vallas. ¿Cómo vivieron aquel proceso?
-Al principio con incertidumbre y tristeza. Después fue increíble ver la reacción de los españoles. Aquí vinieron medios de todo el país, las grandes cadenas de radio, los más importantes comunicadores... Todo el mundo se volcó con el Toro. Creo que España dio una lección de sensibilidad sobre las cosas que son suyas. En esos años recibimos cientos de cartas que nos demostraron que la gente quiere al animal. Está claro que habría sido un gran atraso retirar el Toro de las carreteras. Como ejemplo, recuerdo con cariño cuando Bigas Luna, en una tertulia con Julio César Iglesias en Radio Nacional, ofreció en directo una finca de su propiedad en los Monegros para comprar todos los toros y ponerlos allí en el caso de que hubiera que retirarlos del paisaje. ¿Y lo decía en serio!
-Cuéntenos alguna intimidad del Toro, usted que lo conoce bien.
-Pues el rabo del Toro está unido al tronco y tiene el fondo pintado de azul porque antes, cuando estaba menos unido, las vacas iban a rascarse en él y se caía constantemente. Decidimos juntarlo al resto de la figura y pintar el fondo de color celeste, imitando al cielo. Así es más sólido.
-La figura es querida por la mayoría, pero también odiada por muchos.
-Como todas las cosas. Lo cierto es que cuando nos desplazamos por España la gente siempre expresa su cariño por el animal. Sea donde sea, hasta en Cataluña, y nosotros ponemos de nuestra parte con nuestro carácter, les transmitimos alegría y confianza. El Toro está en el campo, en libertad, es un toro bravo agradable, que no molesta a nadie. Y ni mucho menos distrae al conductor. El toro es orientativo y acompañante. Es un animal tranquilo, que te mira cuando pasas y te dice ¿adiós, buena suerte!