Tribuna

Miguelito, Mafalda y el 2012

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Cualquier fecha histórica, cualquier recuerdo o conmemoración implica echar un vistazo atrás y otro adelante; es, por lo tanto, un momento con fuerte carga emocional por lo que el pasado significa, pero también didáctica, pues se supone que deberíamos aprender de los errores cometidos para no repetirlos, y de los aciertos, para continuar en esa línea, ya que la Historia, se dice, es la educadora por excelencia. Pero lo que ella nos enseña una y otra vez es que nosotros, a pesar de su magisterio, insistimos como alumnos díscolos en los errores, en las conductas mohínas y recelosas, sin aprender «las lecciones de la Historia». Si tuviéramos actitud positiva, deberíamos creer que esta fecha -1812-2012- va a traer reflexiones constructivas sobre el ser y la condición de España, aportaciones útiles a debates candentes, lo mismo que enriquecimiento cultural y material para todos. Hace unos días se hablaba desde estas páginas de la buena ocasión en que nos encontramos para conseguir un segundo puente para Cádiz, de lograr para el casco histórico de la ciudad la distinción de Patrimonio de la Humanidad, y no hay duda de que es así. Pero para alcanzar esos y otros beneficios me parece necesaria una mentalidad o una actitud que supere las diferencias y recelos de grupo, una mentalidad que piense y proyecte más allá de los cuatro años vista y con las miras puestas al margen de las exigencias de partido. Es decir, se necesita de alguien que piense en los ciudadanos y no en los intereses partidarios.

Es seguro que todos los implicados en la conmemoración de la Constitución de Cádiz de 1812 apuntan en esa dirección, por eso hemos de esperar del patriotismo de todos unas celebraciones que nos hagan más conscientes de la novedad tolerante y libre que supuso la Constitución, del peligro que implica desconocer u olvidar lo que costó, es decir, no saber de dónde venimos, y unas celebraciones que nos unan en los proyectos y en la convivencia. Por eso no sería, creo, mala idea comenzar recordando el texto constitucional que nos rige ahora y difundirlo entre todos, del mismo modo que se distribuyó e hizo campaña de la Constitución europea en su momento. Estos años de reflexión sobre el 2012 deberían aportar más al sentimiento nacional, que no surge de la nada ni espontáneamente, como desde la Revolución Francesa muy bien supieron y saben los franceses, y debería hacerse mediante la enseñanza de los hechos y de los personajes que contribuyeron a ese sentimiento, de los valores democráticos y de la historia que nos ha llevado a ellos. Habría que recordar que el objetivo de aquella Constitución era alcanzar «la felicidad pública», y que ese debería ser el de todos los gobernantes.

Esta conmemoración, como todos sabemos, no es sólo de y para Cádiz. La ciudad fue la capital de España por conocidas y extraordinarias razones, pero lo que de allí surgió fue fundamental para todos, y no sólo para los españoles peninsulares, sino también para los de América y, poco después, para la misma Europa. Por eso este bicentenario debería tener también un importante componente de orgullo para nosotros, por la aportación que esa Constitución supuso a la Historia del mundo occidental. Debería servir como rasgo de identidad para unos ciudadanos que con demasiada frecuencia olvidan su Historia y sus logros, sus contribuciones a la marcha del mundo.

Con la excusa de festejar la Constitución de Cádiz de 1812, se nos presenta un momento extraordinario para reflexionar sobre el desarrollo de las formas de gobierno, de los gobiernos representativos, sobre la soberanía popular, sobre los orígenes y el futuro de conceptos como democracia y ciudadanía. Y, desde luego, España no debe olvidar en esa reflexión que fue entonces cuando empezaron a surgir las repúblicas sudamericanas, por lo que la celebración debe implicar también el concurso de los otros, los de allá, junto a un planteamiento más sistemático respecto de la enseñanza del español en el mundo, del uso de nuestra lengua en internet y de la imagen que se proyecta de nuestro país en el exterior. 2012 tendría que servirnos para pensar y plantear nuestro futuro. Como Miguelito, el personaje inventado por Quino en las tiras cómicas de Mafalda, que quería que le enseñaran la Historia «¿para adelante!», y esto sólo se puede hacer si antes se piensa, se prevé y se proyecta.