Fumar con glamour
Actualizado:Demonizadas, las tabaqueras han sido obligadas a pagar cifras con tantos ceros que no sabríamos escribirlas, a advertirnos en letras fúnebres lo malos que son sus productos e in-cluso a renunciar a anunciarlos. Pero quien crea que la bestia se ha resignado a morir, va listo.
La última estrategia para volver a poner de moda el tabaco, tan mal visto en EEUU y en medio mundo, ha puesto su semilla en Chicago. Allí es donde por primera vez una tabaquera ha abierto un To-bacco Lounge, coincidiendo con la entrada en vigor de una ley que prohíbe fumar en todos los establecimientos públicos de la ciudad.
La única excepción a la que se ha aferrado la compañía Marshall McGearty, una subsidiaria de Reynolds, es para aquellos locales que puedan demostrar que más de la mitad de sus ingresos proceden del tabaco. La cláusula está pensada para salvar a las tiendas de puros y a los bares orientales que sirven cachimbas de hu-mos afrutados, sin que sus creadores pudieran imaginar que se volvería en contra de su propia campaña.
El Tobacco Lounge de la Avenida Milwakee, en uno de los barrios más de moda de Chicago, no es un vulgar fumadero. El recinto forrado de maderas nobles y mullidos sillones de cuero es tan acogedor y apetecible que más de uno estaría dispuesto a saltarse el humo del tabaco para tomarse una copa de vino junto a su chimenea (faltaría más, la ventilación es impecable).
Allí se venden las más selectas marcas de tabaco junto a vitrinas con jarras de cristal en las que se guardan hojas de tabaco con los nombres más sugerentes: Oriental Rose, The Earl, The Empress... Papel de arroz blanco y delicado que la dependienta enrolla hábilmente quien lo requiera. La entrada es libre para todos los mayores de 21 años que quieran volver a sentirse sofisticados aspirando el hu-mo de un cigarrillo, como en aquéllas películas en blanco y negro en las que Lauren Bacall seduce a Humphrey Bogart.
En la carta: vinos maduros, chocolates suizos, pastas de té, cervezas internacionales y selectos canapés. En la estantería, una gran variedad de periódicos y revistas para pasar el rato si se va solo. Este es prácticamente el único sitio de Chicago donde uno puede sentarse cómodamente a tomarse un buen café con un cigarrillo en la mano.
Y lo que es mejor, los grupos antitabaco echan chispas porque no han encontrado ninguna violación con la que cerrarlo. Saben que si esta glamourización del tabaco progresa, sus esfuerzos de marginar socialmente a los fumadores se irán al traste.