Descontrol
Actualizado:TVE 1 emitió esta semana el segundo episodio de su serie Fuera de control, protagonizada por Loles León y Amparo Larrañaga. No le fue mal: algo por encima del 19% de share, que es un dato relativamente aceptable en las actuales condiciones. Pero la noticia sobre Fuera de control no está tanto en sus datos de audiencia como en la polémica provocada por la serie.
La Agrupación de Mujeres Periodistas y otras entidades han pedido a TVE que la retire por mostrar una imagen «sexista, distorsionada y manipulada» de las periodistas, reducidas a tópicos tan poco amables como el de la mujer que medra a cambio de favores sexuales o el de la fracasada histérica. A mí, por ejemplo, lo que más me irritó de Fuera de control es cómo presenta a la mujer que opta por la vida familiar en vez de la profesional: una trepa traidora que se ligaba al marido de la otra y que era expulsada del paraíso del mundo laboral con el exabrupto de «me das pena», sentencia que, además, no hacía referencia a la deslealtad sexual, sino al abandono del trabajo por cuenta ajena, como si la opción por la familia fuera un delito moral. No está mal como forma de humillar públicamente a varios cientos de miles de madres de familia.
Lo que hay en Fuera de control es un defecto de inteligencia a la hora de plantear realidades sociales. Es un hecho que conciliar la vida laboral con la vida familiar es un problema, y que lo es especialmente para las mujeres; también es un hecho que estas dificultades son mayores en España que en otros países europeos, porque las ayudas sociales a la familia, en España, son inexistentes. Contar todo eso en una serie sería una excelente idea. Pero la idea se arruina si el resultado es un cuadro banal donde todas las mujeres del reparto se comportan como histéricas dementes incapaces de un solo gesto sereno a lo largo de la narración. Como es obvio que las mujeres de verdad son muy diferentes a las mujeres de Fuera de control, el contraste entre la realidad y el relato televisivo se hace doloroso.