Editorial

Respaldo a la gran ocasión de Cádiz

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La creación de la Comisión Nacional que impulsará y coordinará todas las iniciativas institucionales relacionadas con la conmemoración del Bicentenario de la Constitución de 1812 supone el inicio formal de una cuenta atrás que desemboque en la mayor celebración social y cultural que la ciudad de Cádiz, y su Bahía, hayan vivido en las últimas décadas. Una vez que el Consejo de Ministros aprobó ayer el Real Decreto que pone en marcha toda la maquinaria representativa y administrativa, los diversos componentes de la sociedad gaditana deben hacer suyo ese impulso para aprovecharlo en sus muchos matices. El paso formalizado ayer es una prueba del compromiso de toda la ciudadanía nacional con el bienhadado reto al que se enfrentan los gaditanos.

Las instituciones que representan a todos los españoles han acordado trabajar en la tarea de dotar a una ciudad de las herramientas y las circunstancias necesarias para que el evento esté a la altura de su protagonismo en la Historia. Con la anecdótica indiferencia de algunas formaciones nacionalistas (que ni siquiera debe ser confundida con rechazo), todas las piezas de la administración pública han acordado contribuir a la tarea. La decisión tomada ayer, lejos de ser una fría gestión institucional, es una declaración de intenciones que los gaditanos deben acoger como una gran noticia. La celebración de los doscientos años de La Pepa, -la primera Constitución que se dieron los españoles y que vio la luz en el Oratorio de San Felipe Neri tras meses de preparación en el isleño Teatro de Las Cortes- debe superar, con mucho, el ámbito del acontecimiento académico. El reencuentro de los gaditanos con un pasado de inquietudes colectivas y esplendor económico debe ser excusa para poner el reloj de la ciudad en hora. Esa celebración, para la que sólo restan seis años, cuatro en el caso de San Fernando, debe suponer una ocasión para que cada uno de los sectores que forman la sociedad haga suyo ese compromiso y se apropie de ese pretexto temporal para contribuir, en la medida de sus posibilidades, a una cita a fecha fija con el progreso colectivo de una zona de España que tiene demasiados parámetros por debajo de la media nacional.

El espíritu de optimismo, colaboración y acción civil y comunitaria surgido del Consejo de Ministros de ayer debe acompañar sin pausa los preparativos durante los próximos seis años al margen de vaiventes políticos, relevos en el gobierno de las instituciones implicadas y cambiantes intereses partidistas.

Todos tienen la obligación de interiorizar esas buenas intenciones y encontrar constancia para mantenerlas en el tiempo hasta que llegue el 2012 y, ojalá, mucho más allá de esa fecha.