Cartas

Tabaco y violencia

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Disfrutamos en esta última temporada de una campaña sobre las desventajas personales y sociales de fumar. El argumento fundamental que se esgrime a los fumadores para animarles a dejarlo es su salud y la de los que están en su entorno.

Vaya por delante que yo soy fumador y que me parece bien que nos animen con toda esta propaganda a dejar de fumar. Ciertamente, fumar no es bueno, se mire por donde se mire. Que promuevan una ley para animar a dejar de hacerlo me parece algo excesivo, porque crea conflictos que antes no existían. Le queda a uno la sospecha de que se podría haber hecho sin la citada ley y seguramente nadie se hubiera sentido criminalizado. Pero todo sea por ayudar (que supongo será el objetivo de la ley).

Lo que a mí me hubiera gustado y habría encontrado mucho más razonable, tanto en el orden personal como en el social, es que se hubiera hecho, con la misma intensidad, machaconería y profusión de medios, una campaña contra la violencia. Me parece mucho más peligroso para la salud personal, física y mental, y para la salud pública, el nivel de agresividad con el que tenemos que convivir todos los días. Violencia en las casas, violencia en los centros educativos, violencia en los lugares de ocio y los deportes, violencia en las calles, violencia en la vida política, violencia, violencia violencia en todas partes. Se invita permanentemente a desarrollar la violencia en el interior de cada persona. Se nos incita a proteger nuestros cuerpos, nuestros sentimientos y nuestras ideas con formas y maneras violentas. ¿Dónde están la madurez, la educación, el respeto, la cortesía, el lenguaje, el tan cacareado diálogo, el prestigio de los valores humanos ?

La violencia es muchísimo más peligrosa que el humo de los cigarros. La prueba de ello la tenemos en que la violencia está engendrando crímenes y situaciones irreversibles muy difíciles de solucionar, que nos llevan a tener miedos y sospechas continuas en nuestros sistemas sociales de convivencia. Nos incitan, incluso, a adquirir criterios de desprestigio de la justicia, tomarnos la justicia por la mano y acudir a los gimnasios especializados en defensa personal.

Por tanto, no me quejo de que se promueva intensamente, con campañas de difusión e incluso con leyes, un sistema de vida sin humos. Incluso lo alabo. Pero encontraría mucho más conforme a las reglas de la convivencia social que se hiciese al menos el mismo esfuerzo por educar, corregir, e incluso normalizar con leyes los desmanes de la violencia de todo tipo. Y, sobre todo, que se valore la no violencia como una cualidad que el hombre debe desarrollar para ser más persona.

Maximiliano de la Vega. Cádiz