Opereta en Cádiz
Actualizado: GuardarQue Mariano Rajoy haya escogido las calles de Cádiz para iniciar la recogida de firmas para -¿avalar?- una consulta popular sobre el Estatuto de Cataluña tiene algo más que un valor simbólico. La masa encefálica de la FAES ha querido escenificar el primer acto de su opereta en la ciudad que dio cobijo a la primera Constitución Española, iniciando así de manera extraoficial los fastos del 2012. Si Mozart, Rossini o Bizet eligieron Sevilla como lugar imaginario de sus dramas musicales, Rajoy ha venido a Cádiz para intentar poner en marcha un espectáculo donde suenan más las matracas que los violines, las gargantas desgañitadas de los bronquistas profesionales que las educadas voces de sopranos y tenores, la monocorde retahíla de insultos que el aria cantabile de la prima donna. ¿Ay, esos tiempos en los que en Cádiz se representaban óperas a la vez que en Milán o en París! Anteayer se estrenó El referéndum, ópera cómica en un acto interminable sin solución de continuidad. Si por lo menos sus autores hubiesen contado con el son gaditano, las cajas y los bombos hubiesen podido darle un poco de ritmo al argumento. Pero no. Dale que te pego a la letanía.
Digo yo que Teófila habrá tenido algo que ver en la elección de la ciudad para el evento y así ganar puntitos en el escalafón. Los cantantes, ya se sabe, se pelean por conseguir un buen puesto en el cartel. Seguro que pensaron en Cádiz por aquello del patriotismo: como en 1812, un puñado de españoles fetenes al lado de su rey frente al invasor extranjero que quería llevárselo todo. Lo que ocurrió es que a Rajoy -que se creía Fernando VII- en vez de gritarle «Vivan las caenas», los extras gaditanos metían morcillas que no estaban en el libreto y le espetaron: «¿Por qué no viniste a recoger firmas para la guerra de Irak?» O: «Esto se debate en el Parlamento». ¿Qué barbaridad, con lo poquito que duraron aquellas cortes y lo que ha aprendido este pueblo! Y lo de los fanfarrones tenía que funcionar: «con las bombas que tiran los catalanes...» Y ahora los coros. Pero como no eran los de la Plaza de las Flores, desafinaban y a destiempo. En fin, un desangelo.
Ni siquiera en el trasfondo coincidían ficción y realidad. Aquellos diputados de las Cortes de Cádiz demandaban la abolición del Santo Oficio, la libertad de imprenta, una reforma agraria que acabase con los grandes latifundios y un montón de derechos para el ciudadano de a pie. En esta opereta cualquiera se atrevía a meterse ni siquiera con el Concordato. La que se lió en el escenario cuando salió lo de la religión y la enseñanza. Se echó de menos a Aznar como Duque de Mantua o incluso como rey Fernando, en vez de hacer de apuntador a todo volumen. Y encima Mariano cantó en falsete sin atreverse a dar el do de pecho. De ésta lo echan de la compañía.