El Estado de Bush
Actualizado: GuardarLa realidad de los hechos ha propiciado que George W. Bush adoptase en el discurso anual ante el Congreso sobre el Estado de la Unión un tono menos agresivo que en años anteriores. Así, el presidente Bush prefirió ajustar en la madrugada del martes su mensaje de fortaleza sobre el estado de la Unión a conceptos de crecimiento económico, aumento del empleo y liderazgo norteamericano en el mundo, optando por no arriesgar en términos de política exterior mostrando una cautela desacostumbrada.
La explicación más lógica es que al ser 2006 año electoral en los Estados Unidos, con la renovación parcial del Congreso, cuyas dos cámaras controlan los republicanos, la sensatez electoral imponía la prudencia frente a programas audaces pero sin resultados tangibles en el corto plazo y que pasarían inevitablemente su factura en noviembre al partido de Bush. Por ello es perfectamente comprensible y en absoluto reprochable que el presidente, con una aprobación popular que ha bajado al 40%, pero sabedor de que los demócratas no son todavía percibidos como una alternativa creíble, haya evitado los mensajes grandilocuentes en esta ocasión. La mitad de su alocución fue dedicada al principal problema que afrontan los Estados Unidos y el mundo en general: la lucha antiterrorista -incluyendo aquí el progreso de la democracia en Oriente Próximo, Irak e Irán- y la inestabilidad en algunos de los Estados petroleros del área, de cuya dependencia energética, advirtió el presidente, deben verse libres los Estados Unidos lo antes posible; punto en el que se ganó las alabanzas de la mayoría de los medios de comunicación norteamericanos, que valoraron muy positivamente el apoyo que a las energías alternativas implica. El resto fue un repaso a las políticas económicas y sociales, con una reiterada mención de una «sociedad de la esperanza», ubicada en un registro moral y de solidaridad muy saludable y del gusto del americano medio. A falta de novedades reales, lo evidente es que la Casa Blanca opta por repetir el argumentario que le otorgó la reelección a Bush en noviembre de 2004 y, por tanto, de probada utilidad. La mano de Karl Rove, principal estratega político y electoral del presidente, es visible; de hecho, ya había trascendido, con algunas críticas desde las propias filas republicanas, que ese discurso será el de los republicanos en noviembre. Si se sitúa el mensaje como lo que es formalmente: la sincera evaluación del presidente sobre cómo van las cosas, el discurso fue de buen tono y excelente factura técnica, y Bush lo desarrolló con convicción y maneras de buen comunicador. En el orden más geopolítico, ninguna novedad pese a los retos que debe afrontar la comunidad internacional.