Cultura

Javier Velasco ofrece en Barcelona su particular visión de la identidad

Mediante una muestra multidisciplinar, el artista linense se atreve con todos los formatos para establecer una comunicación paradójica entre cuerpo y espíritu

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Es el ejemplo de artista versátil. Pocos géneros y formatos resisten la fuerza de su inventiva, de su capacidad para comunicar estados humanos a través del cuerpo, de las sensaciones y de las reacciones somáticas.

Al traducirlas en cualquier forma externa, adquieren una espiritualidad que conmociona y desequilibra los mismos cimientos de la definición de arte.

Lleva el pelo rapado a consciencia e incluso ha llegado a utilizar en alguna ocasión parte de su cabello como material creativo, proyectando así el antagonismo conceptual que habitualmente irrumpe en sus pensamientos: la pureza en contraposición con lo corrupto o lo contaminado.

El creador lienense es todo un explorador estético, que hace de la heterogeneidad de los soportes el centro de sus inquietudes como profesional y como ser humano. Los domina, sin necesidad de plantearse ningún esquema estilístico. El cuerpo y la búsqueda de la identidad son los ejes sobre los que gravitan sus obras, nutridas de referencias permanentes a las dicotomías vida-muerte, placer-dolor o alma y carne. «Utilizo el cuerpo y los sentimientos porque articulan a la vez metáforas de belleza y horror», afirma.

Además de sus intervenciones en la Feria ARCO desde 1999 y tras su paso por la Bienal de Venecia en 2001, el MOMA de Nueva York y la BIACS de Sevilla, Javier Velasco vuelve con una exposición individual en la Galería Trama de Barcelona, con la que también expondrá en la próxima Feria ARCO, organizada en la capital española del 9 al 13 de febrero.

A sus 42 años, Velasco ha evolucionado de lo pictórico y objetual a las nuevas tendencias de una forma natural desde que cursó sus estudios de Bellas Artes en la Universidad de Sevilla.

Creatividad sin límites

«Antes de mi época de estudiante ya hacía performances. Siempre investigo nuevos caminos y nunca he sido esclavo de ninguna técnica o soporte». Fotografía, videoarte, monumentales instalaciones de vidrio, mercurio cromo, escultura... Todo es válido si es útil para expresar algo. Y el creador se atreve con todo ello con el objetivo de contarle al mundo su visión maquiavélica del arte.

El mismo mercurio, como material, le permite reflexionar sobre lo tóxico y lo puro. Una de sus muchas piezas, muestra una alambrada de cristal, que simboliza el dolor y la opresión. Sin embargo, «ese sentimiento se mezcla con la belleza del material y ahí se encuentra la paradoja».

Lo mismo ocurre con su Corazón espinado. En Perforados, aparecen dos chicos que podrían pertenecer a alguna tribu urbana en actitud indiferente. Tras observarlos detenidamente, el espectador nota como varias lágrimas de cristal atraviesan su cuerpo. «Es el poder de impresionar que caracteriza a la imagen».

«Mi idea de performance se relaciona con todo aquello que el cuerpo genera, los fluidos, ya sean las lágrimas o la sangre. Un recurso muy utilizado por el artista es lo que él define como Lluvia de cristal, gotas finas suspendidas en un techo de catorce metros de altura que ya adaptó en sus visitas a Venecia o Nueva York. «Mis continuas referencias a la Lluvia de cristal pueden incluso sugerir al público más sensible una gigantesca metáfora sobre el llanto universal», explica Velasco. El creador se marchó de su tierra natal para poder desarrollar una vocación de busqueda estética. Pero asegura que su obra está marcada por sus raíces. «Me tachan de barroco y eso me halaga. Muchos elementos que utilizo aluden a la iconografía religiosa, como por ejemplo Custodia de Oro. Es la protesta sorda de Cristo, que también se somete a la opresión», añade. «Me gusta alimentar lo impactante». De Cádiz valoro ese carácter abierto, mediterráneo, de lucha por los derechos humanos.

El problema principal es que existe un mercado de estereotipos algo anquilosado para mí, aunque respeto siempre la concepción subjetiva de lo bello», concluye.