Visita obligada
Actualizado:La expectación que ha levantado la visita del presidente del Gobierno a Ceuta y Melilla es el mejor indicativo de que mas allá de lo que debería ser un viaje oficial sin mayor trascendencia subyace un problema peligrosamente enquistado. El hecho de que en 25 años Zapatero sea el segundo jefe del Ejecutivo que cruza el Estrecho, que Aznar acudiera únicamente en calidad de presidente del PP en campaña electoral y que el propio Rey Juan Carlos nunca lo haya hecho, son datos suficientes como para confirmar lo resbaladizo de ese terreno español insertado en el Magreb. Y, precisamente por esto, el viaje del presidente debe entenderse como positivo, en términos globales.
La visita presidencial a las ciudades de Ceuta y Melilla que afortunadamente no ha sido precalentada por las autoridades marroquíes con sus habituales gestos de hostilidad, debería centrarse en afrontar de raíz aspectos de carácter estratégico para nuestro país como los problemas derivados de la inmigración ilegal, el intercambio comercial y la reclamación de soberanía de Marruecos que genera una permanente incertidumbre en los habitantes de ambas plazas. Rabat ha agitado históricamente la cuestión de las ciudades autónomas para utilizarlas como instrumento de presión cuando perseguía algún objetivo político o quería condicionar la voluntad del Gobierno español en cuestiones como la autodeterminación del Sahara o las negociaciones sobre la pesca. A la vista de la normalidad con que Rabat parece estar asimilando la visita -excepto la declaración formal calificándola de «inoportuna»- da la impresión de que el reino alauí ha desplazado este tema de sus prioridades nacionales por el momento. En cualquier caso, la iniciativa presidencial debe ser ponderada por cuanto cumple una promesa realizada públicamente, y lo hace en un momento en que los ciudadanos de Ceuta y Melilla necesitaban un respaldo expreso oficial para aliviar las tensiones de los últimos meses y proporcionarles una dosis de optimismo para el futuro. El presidente sabe perfectamente cuáles son las necesidades de ambas ciudades -seguridad de las fronteras y mejora de las comunicaciones con la península- y el papel que éstas pueden jugar como motor socieconómico del Norte de África. Rodríguez Zapatero, que ya lleva dos años en el poder, ha visitado en Melilla obras realizadas bajo la legislatura de Aznar porque pocas pueden atribuírsele a su mandato y muy consciente de ello ha anunciado la construcción de un nuevo centro hospitalario de uso conjunto civil y militar y la mejora de los contratos públicos de servicios de transporte marítimo, sin olvidar la apuesta por la alta velocidad. En el estricto cumplimiento de lo anunciado ayer será donde se pueda juzgar la dirección en la que camina este primer paso dado.