«Son los hablantes los que hacen la lengua, nosotros sólo la registramos»
Recibió ayer de la mano de la alcaldesa de Cádiz, Teófila Martínez, la III Distinción Emilio Castelar por su labor en la difusión y unificación del español
Actualizado: GuardarLanza las palabras con mimo, frases exquisitas y ademán adusto. Víctor García de la Concha (Villaviciosa, 1934) es el guardián de esa empresa colectiva llamada lengua española. Un historiador de la Literatura al servicio de una causa de proporciones colosales. Director de la Real Academia de la Lengua (RAE), ha recogido el testigo en la dinamización de una institución cada vez más integrada en el hacer cotidiano, en la vida de todos. A veces tachado de intrépido y otras de conservador, defiende su posición de simple registrador de usos, herramienta de consenso para un código vivo que construyen los ha-blantes. Ayer a las 20 horas recibió en el Ayuntamiento la III Distinción Emilio Castelar por su labor en la «unificación del castellano -como lengua viva- en ambas orillas del océano».
-Es usted uno de los máximos representantes de una lengua que une a alrededor de 400 millones de personas, ¿quién tiene la última palabra?
-La lengua se va haciendo por evolución y cambio constante, es un organismo vivo. Como decía Horacio, 'volverán palabras que han caído en desuso y caerán palabras que ahora están en auge. Exactamente igual que las hojas de los árboles'. Y eso, ¿Quién ordena?, ¿Quién lo hace? Pues el uso que es el gran rector de la lengua. Cada hablante está contribuyendo a ampliar o cambiar el sentido de un adjetivo, a hacer evolucionar una determinada forma de pronunciación... Son ellos los que hacen la Lengua no los estudiosos ni los académicos. Nosotros nos limitamos a describirla, a registrar el sistema.
-Entre los proyectos a medio y a largo plazo de la RAE hay un largo de catálogo de obras por aparecer...
-La Academia construye los tres grandes códigos en que sustenta y se expresa la unidad del español: el código de la palabras, en el diccionario; el de las formas y las construcciones, en la gramática y, por último, el de la escritura o la representación gráfica que es la ortografía. Se está trabajando constantemente en estos códigos y como algo novedoso en los últimos años, se está haciendo con las 19 Academias de América, la de Filipinas y la Norteamericana. Es decir, con las 21 academias que junto con la Española integran la Asociación de Academias de la Lengua Española. Ahora, todas ellas son coautoras de esos tres grandes códigos. Entre los proyectos y al margen del Diccionario general que está en permanente renovación, la Academia está trabajando en un Diccionario Esencial de la Lengua Española que va a espigar las 50.000 palabras que tienen mayor uso. Junto a él está la Ortografía que se publicó en el año 91 y que continúa en evolución constante. Caso muy diferente es el de la Nueva Gramática que es en estos momentos uno de los grandes proyectos porque la última versión es de 1931, y además fue prácticamente idéntica a la de 1917. Fíjese si ha llovido desde entonces... Además aquella gramática describía y fijaba el uso del español de España, dejando de lado el resto de territorios. En esta Nueva Gramática en la que estamos trabajando con decenas y decenas de gentes implicadas por años y años, se va a describir por primera vez el español total, no sólo el de este país. Podrá, por tanto, reflejar la unidad gramatical del idioma señalando sus variedades gramaticales en los diferentes sitios. Nuestro idioma tiene un amplio grado de unidad y también de variedad, no sólo fuera de España sino dentro de ella y en cada país americano.
También estamos trabajando en El Diccionario de Americanismos. Un proyecto que la Academia tenía desde el siglo XIX y que ahora se va a llevar a cabo con todas las academias hispanas. Finalmente, está el gran reto, que es el Diccionario Histórico de la Lengua Española para el que se ha fijado una primera etapa de 15 años. Lo que nos corresponde es ponerlo en marcha, encauzarlo y sentar bases firmes que permitan su crecimiento y la adaptación con seguridad
-¿Qué ha significado el 'Diccionario Panhispánico de Dudas'?
-Es en realidad el primer fruto totalmente granado de esa política lingüística panhispánica. De hecho, la sociedad en general lo ha apreciado porque se ha dado cuenta de lo que significa: que las 22 academias del mundo hispanohablante se han puesto de acuerdo para consensuar una norma unitaria que recoge y respeta las variantes de uso. Eso significa un colosal organismo defensor de la unidad de lengua de la que Menéndez Vidal decía que es una de las mayores empresas culturales de la Historia de la Humanidad. Un idioma esparcido por tantas partes del mundo y tan unido y unitario a pesar de tantos avatares y años, de la independencia de las colonias ultramarinas...
-Una empresa difícil...
-No, no es difícil, es laborioso y complejo. Laborioso porque primero hay que registrar una gran cantidad de entradas, ver dónde está el límite de lo correcto o incorrecto... Algo muy complicado ya que en una conversación familiar o coloquial puede resultar correcto algo que en un discurso público no lo es. Ponerse de acuerdo no ha sido difícil por la enorme voluntad y disposición de ánimo que existe en todas las academias. Aunque eso no quiere decir que no haya sido complejísimo y laboriosísimo.
Cambio y globalización
-Y todo ello responde a esa nueva idea de Academia que ha tenido en usted a su cabeza visible...
-Yo no puedo vanagloriarme de esto porque sólo he cumplido un mandato. Es verdad que he sido el primer director que ha visitado no una, sino varias veces todas las academias pero no lo he hecho por mí sino por mandato, por urgencia y apremio de la Academia. Y eso es significativo porque ahora hay una relación verdaderamente familiar. Todos los académicos nos conocemos y eso ha creado una red formidable.
-El recientemente publicado 'Diccionario del Estudiante' era también una asignatura pendiente...
-Sí porque teníamos un Diccionario Escolar que estaba mal planteado y que se limitaba a ser un resumen del diccionario general. Ahora la lexicografía, la rama que estudia los diccionarios, ha avanzado mucho creando muy buenos textos y la RAE tenía que estar a la altura, había que elaborar una obra que recogiera esos cambios, acorde al público al que iba dirigido. Hemos elaborado un diccionario que busca familiarizar a los jóvenes entre los 12 y los 18 años con la lexicografía.
-En los últimos años parece que la RAE no para de trabajar... ¿A qué se debe tanto dinamismo?
-Trabajamos mucho, es verdad [risas]. Ciertamente se ha llevado a cabo un gran impulso que venía preparado de atrás. Fernando Lázaro Carreter fue el primero en darlo aunque la idea de cambio la enunció, en 1956, Dámaso Alonso. Fue él quien habló de que las academias tenían que ser grandes centros de trabajo lingüístico y no reuniones de expertos. Lo que ocurre es que entonces se tenían pocos medios en todos los sentidos, no sólo económicos sino en general, el teléfono era carísimo, no existía el correo electrónico. Los medios de comunicación han facilitado mucho esa unión...
-Un mundo globalizado. Usted ha dicho de él que ha nivelado las diferencias entre el español de España y de América...
-Sí, hoy los medios de comunicación y no sólo ellos sino los viajes o las migraciones han unificado el idioma... Las personas de Ecuador, Bolivia o Perú que vienen a trabajar a España también traen sus usos, los programas de la televisión y el cine intercambian fórmulas... Todo ello ha hecho que se hayan ido limando las diferencias que eran, y son, principalmente de léxico. Puede decirse que el español es una lengua muy unida.
Medios e incorrecciones
-Hagamos un simulacro. Se sienta frente al televisor a la hora punta. ¿Cómo afronta las incorrecciones?
-La verdad no veo mucho la tele, tengo poco tiempo y como me gusta leer y escuchar música, me queda poco espacio. De lo que abomino es del bajísimo nivel cultural de la televisión en general y, sobre todo, de esos programas-basura en los que todas las cadenas están empeñadas. Eso maleduca la sensibilidad. Yo no pido que todo el día nos estén dando comedias de Calderón, pero no estos niveles bajísimos. Ahora, en lo que se refiere al lenguaje, cuando hablamos de una manera coloquial todos cometemos errores, otra cosa es cuando alguien no está improvisando, sino leyendo algo. Me fastidia que los locutores de los telediarios no sólo cometan incorrecciones, sino que utilicen un tonillo por el que, en busca de la originalidad, destrozan el tono propio de la lengua española.
-¿Cree que los medios están cumpliendo esa labor de cuidado y difusión del lenguaje que como líderes de opinión deberían cumplir?
-Creo que el lenguaje de los me-dios escritos es, en general, bueno, y que hay excelentes escritores en los periódicos. El problema está en los medios de comunicación audiovisuales.
-¿Le preocupa que el uso fórmulas reducidas a través de las nuevas tecnologías como los mensajes a móviles o los 'chats' sea una amenaza para la lengua?
-No, porque todos cuando tomamos apuntes o queremos escribir rápido, utilizamos convenciones de abreviaturas. Ahora, una cosa es eso y otra que se establezca un sistema por el cuál la publicidad o los medios jueguen con las faltas de ortografía... Eso ya es más peligroso. Que en un mensaje de teléfono móvil se utilice una convención de carácter familiar o amistoso no me preocupa, lo he-mos hecho todos. Lo que me in-quieta es lo que es público. Eso es lo que hay que cuidar porque la imagen llega a la gente.