Editorial

Tabaco: consumo y mercado

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Conforme se van conociendo los primeros resultados de la entrada en vigor de la Ley de Prevención del Tabaquismo, sus consecuencias en lo que respecta a descenso del consumo están resultando claramente positivas, pero igualmente contradictorias en ciertos aspectos de su dimensión económica; como ahora se está viendo con el sector de los quioscos de prensa, al que de un plumazo se le ha amputado una de sus principales vías de ingresos.

La jornada de protesta organizada ayer por la Confederación de Vendedores de Prensa hay que entenderla en el peculiar contexto de los desajustes entre la regulación de un mercado del tabaco controlado desde el Ministerio de Hacienda, y una ley contra el tabaquismo cuya finalidad, no se olvide, es combatir el consumo de una sustancia legal pero nociva. Por esto último, la norma que ha entrado en vigor el primer día de este mes ha sido elaborada por el Ministerio de Sanidad, pero incluyendo preceptos restrictivos en los canales comerciales que le hacen destinatario de protestas legítimas, como las de los quiosqueros. Si como todo indica, los fumadores acatan y cumplen ordenadamente las severas restricciones legales, incluso con datos muy esperanzadores sobre el número de abandonos voluntarios de ese hábito, todos podremos celebrar una ley que está sirviendo a la salud pública en un clima de respeto y naturalidad que pocos imaginaban. Lo que debería ser argumento suficiente para que, no sólo Sanidad, sino los organismos administrativos implicados, estudiaran reclamaciones como las de la Confederación Española de Vendedores de Prensa frente a prácticas intervencionistas.

Los quioscos han vendido tabaco hasta la fecha merced a las autorizaciones administrativas del llamado segundo canal, que ahora se les han retirado, manteniéndose como únicos puntos de venta los estancos, las tiendas duty free de puertos y aeropuertos y las máquinas expendedoras en locales de hostelería que permitan fumar. Sin motivación aparente para tan diferente trato a los canales clásicos de distribución, la restricción del comercio del tabaco ha terminado así rompiendo la cuerda por el lado más débil, el de unos puntos de venta ahora abocados a un 40% de pérdidas. Una vez actualizadas y modernizadas las reglas del juego en cuanto al consumo, que es lo más relevante, no estaría de más actualizar y adecuar las de un mercado con rémoras del antiguo monopolio estatal, donde los estancos siguen siendo concesiones de la Administración del Estado y que en 2005, pese a una caída en ventas del 0,6%, la recaudación alcanzó 10.246 millones de euros, un 1,5% más que el año anterior.