Memoria del Holocausto
Actualizado: GuardarEl pasado miércoles, España rememoró el Holocausto mediante una solemne apelación a la tolerancia y a los valores de la democracia como medio para evitar genocidios como el cometido el pasado siglo por los totalitarios nazis contra los judíos y otras minorías. Es la segunda vez que se celebra en nuestro país esta conmemoración, instituida oficialmente el año pasado por recomendación de la Comisión Europea a todos los países de la UE y celebrada en un recinto universitario con asistencia del jefe del Estado, del presidente del Gobierno al frente de la mayoría de los ministros, de los titulares de las demás instituciones del Estado y de representantes de las restantes fuerzas políticas, en presencia de diversos colectivos de víctimas.
El Holocausto, una tragedia tan colosal que resulta difícil de comprender por el raciocinio humano, ha de ser, en efecto, el referente permanente de las consecuencias que reporta la pérdida de los grandes valores humanistas. La catástrofe humanitaria fue tan ominosa -nos va en ello nuestra dignidad de seres humanos- que hay que repudiar y que aplicar todo el peso de la ley penal a quienes tienen la perversidad de negar aquel crimen imprescriptible de lesa humanidad, que proliferan hoy en abundancia al socaire de ideologías disolventes. Pero, además, hay que aplicar la memoria del Holocausto a todas las demás coyunturas del devenir histórico y muy especialmente al conflicto palestino israelí, que ha rebasado ya el medio siglo de atormentado recorrido y no apunta todavía soluciones viables a un plazo razonable. El pueblo judío, cuyos derechos a la existencia y a residir en su viejo solar deben ser ardorosamente reconocidos por todos, ha de ser el primero en practicar con sus antagonistas palestinos la comprensión y la tolerancia que predica y cuya ausencia fue el desencadenante del horror.
En definitiva, la mejor manera de que la Humanidad supere moralmente y de manera definitiva cualquier tentación de recurrir a la violencia con sus semejantes como fue desgraciada práctica el pasado siglo ha de ser la búsqueda y el hallazgo de nuevos y practicables caminos de paz en el Próximo Oriente, donde todavía se dirimen los últimos flecos de aquella destructiva y salvaje Segunda Guerra Mundial.