Libertades públicas
Actualizado:Suele pasar por Semana Santa. Por esas fechas algunos que tienen el compromiso de rellenar un espacio en un periódico o en un programa radiofónico no pierden la oportunidad de utilizar el socorrido argumento de atacar a las cofradías recurriendo a los tan manidos argumentos del derroche, la incomodidad y hasta la suciedad que provocan las procesiones. Así, nos vuelven a recordar que no hay hambruna en el mundo que no pueda ser saciada si los capillitas se dignaran a vender las hojalatas repujadas de sus pasos, ni calamidad o catástrofe en donde, de alguna forma, las cofradías no estén involucradas. Leyéndoles se podría llegar a la conclusión de que este mundo nuestro sería mucho mejor si no existieran las hermandades de Semana Santa.
Y vuelve a ocurrir. El asunto de la calle Nueva y el accidente de las Penas ha hecho que las cofradías estén de actualidad en el mes de enero y no falta quien se rasga las vestiduras porque los cofrades tienen la osadía de opinar, de quejarse sobre asuntos que les afectan. ¿Pero qué es lo que se habrán creído estos capillitas?
Aquí, todos los colectivos tienen derecho a opinar. Cuatro que se reúnan en defensa de "la coñeta caletera", pueden defender sus intereses y manifestarlo como mejor crean oportunos. ¿Pero los cofrades? Esos que tienen una masa social que para sí quisieran, no sólo muchas de las organizaciones ciudadanas de nuestra ciudad, sino sindicatos y partidos políticos incluidos, a esos hay que negarles cualquier tipo de derechos y arrinconarlos dentro de las iglesias, donde sólo ahí encerrados algunos casi podría llegar a reconocerles el derecho a existir.
¿Que un conductor sin carné ni seguro, haciendo una irresponsable maniobra, pega un topetazo a un paso? Pues la culpa es del paso que está en la calle estorbando. Curiosa forma de entender las libertades públicas de las que puede disfrutar todo el mundo, eso sí, todo el mundo menos las personas que se sientan cofrades.