Sociedad

Los grandes piratas del siglo XXI

Los modernos cazatesoros cotizan en Bolsa y emplean tecnología punta para localizar barcos hundidos

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Los piratas del siglo XXI cotizan en Wall Street y contratan a los mejores historiadores del mundo para que husmeen en archivos y universidades el rastro de los barcos hundidos. En las entrañas de esos navíos, galeones y vapores echados a pique por huracanes y tormentas duermen tesoros fabulosos. Greg Stemm, un antiguo agente publicitario estadounidense reconvertido en cazatesoros y experto en legislación sobre el patrimonio sumergido, dice haber localizado en aguas gaditanas, a sólo 11 millas de la playa de Atunara, «el mayor tesoro de la historia».

A 600 metros de profundidad, en un lecho de lodo barrido por las corrientes del Estrecho, reposan nueve toneladas de oro que viajaban en las bodegas del HMS Sussex. Las guineas inglesas habrían servido para comprar el apoyo del duque de Saboya en la guerra que mantenían los Habsburgo contra la Francia de Luis XIV. Pero un vendaval (vientos del Sur que arbolan el mar en el Estrecho) mandó a pique al Sussex y a otros 14 navíos en 1693. El navío estaba escoltado por 40 sister ships fuertemente artillados. De que el temporal se desató de improviso da fe el hecho de que el cuerpo del almirante de la flota Francis Wheeler apareciera con la camisa de dormir puesta en la desembocadura del Guadiaro, junto a Sotogrande.

La carga del HMS Sussex ha sido valorada por Odyssey en 3.000 millones de euros aunque cálculos independientes la sitúan en torno a los 400 millones. Valga una cantidad u otra, con un tesoro así olvídense de aficionados y de tipos que bucean para llevarse a casa un ánfora vinaria. No. Hablamos de auténticos profesionales, de la primera empresa del mundo en materia de rescates subacuáticos. Y ha puesto sus ojos en España. Se llama Odyssey Marine Exploration Inc. y es una sociedad creada en 1994 por Greg Stemm y John Morris que cotiza en Bolsa desde noviembre de 1993. Emplea a 50 trabajadores, entre marineros, buzos, historiadores y especialistas en archivística, y en su consejo de administración participan o han participado personas como David J. Saul, antiguo presidente de Bermudas, George Becker, vicepresidente de los parques acuáticos Sea World, y Henry Germain Delauze, responsable de la compañía de trabajos submarinos Comex, con base en Marsella, y especializada en tareas a gran profundidad.

Lo mejor de lo mejor

En lo tecnológico, Odyssey posee los mejores equipos del mundo. Sólo el barco, el Odyssey Explorer, un antiguo pesquero de altura reconvertido para la exploración submarina, les costó en su día 2 millones de dólares. El buque está dotado de un sistema de posicionamiento dinámico, es decir, hélices laterales mantienen al barco siempre en el mismo punto sobre el fondo, con ayuda del GPS e independientemente de las condiciones del viento o de la mar, una ventaja definitiva cuando se tiene sumergido a 700 metros un submarino de 3 toneladas de peso y 7 metros de eslora, como con el que han trabajado frente a las costas españolas durante las últimas meses.

Este submarino ROV (Vehículo de Observación Remota, en sus siglas en inglés), bautizado como Zeus, es similar al empleado por Robert Ballard en la exploración del Titanic. Unido al barco por un cable umbilical de control del grosor de una pantorrilla, el Zeus incorpora brazos articulados, cámaras de vídeo y un chorro de presión que limpia las superficies sobre las que debe operar. Posee también una grúa capaz de cargar una tonelada o lo que es lo mismo un cañón de bronce o de hierro. Todo se maneja desde la superficie con joy sticks, como si fuera un videojuego. Tanta inversión persigue un objetivo muy goloso: una carga de oro.

Odyssey Marine Exploration Inc. habría encontrado las primeras referencias sobre la posición donde reposa el Sussex en una carta del siglo XVII enviada a sus jefes por un espía francés instalado en Liorna (Italia). Con esas pruebas, y sustentado en las investigaciones, apuntan fuentes consultadas por este periódico, realizadas por el belga Robert Sténuit, descubridor del tesoro del galeón Gerona (barco napolitano encuadrado en la Armada Invencible, que naufragó en 1588 en las costas de Irlanda) y que lleva 40 años tras el rastro de los galeones hundidos en la bahía viguesa de Rande, la compañía firmó en 1999 un contrato de colaboración con el ministerio británico de Defensa.

Del total de lo recuperado, Odyssey se reservaba el 80% si lo rescatado no alcanzaba los 45 millones de dólares. Si el botín superaba los 500 millones, los cazatesoros se quedarían con la mitad; el resto iría a parar a las arcas de Gran Bretaña. El dinero se obtendría con la venta a coleccionistas y particulares de las monedas recuperadas a través de dos compañías numismáticas, Numismatic Conservation Services y Numismatic Guaranty Corporation que, en la actualidad, comercializan ya los dólares que Odyssey ha sacado del interior del SS Republic, hundido en costas de Virginia. Ese éxito animó a los inversores. «Hacemos ciencia y negocio a la vez», ha declarado públicamente Greg Stemm. «La arqueología es otra cosa: lo que se propone Odyssey en aguas de Cádiz es una operación mercantil», subraya Javier Noriega, un joven arqueólogo submarino andaluz.

Los cazatesoros americanos llevan trabajando en la bahía de Algeciras al menos durante seis años. Primero faenó en la zona un buque llamado Minibex, dotado de magnetómetros y de sondas de barrido lateral, capaces de detectar metales como el hierro en el lecho marino. «Se llevaron una carta arqueológica del estrecho de Gibraltar y de la bahía de Algeciras, algo que España no posee y los piratas sí», protesta Pipe Sarmiento, escritor y navegante nacido en Bilbao, y verdadero azote de estos cazatesoros. Su tarea de control y denuncia de Odyssey, apoyada ahora por Ecologistas en Acción y por el Partido Andalucista de San Roque, desembocó el viernes en la suspensión del permiso de exploración concedido por Asuntos Exteriores.

La víspera, el Odyssey Explorer, de 75 metros de eslora y bandera de Bahamas, estaba amarrado en la base militar de Gibraltar, frente al pabellón de oficiales. En su costado de babor se encontraba el RV Odyssey, un antiguo camaronero de la costa Este americana reconvertido en buque de exploración. Un par de marineros, con buzos y cascos, trabajaban en arrancar el buque para su partida. Ambos navíos enarbolaban la bandera, naranja y blanca, de la compañía estadounidense. A su popa, aparecía la silueta imponente del buque de suministro británico A388 y de los remolcadores Capable y Cyclone.

Recopilación

La historia de la exploración del HMS Sussex es larga y apasionante. Las primeras evidencias sobre su posición habrían sido recogidas por Ambano Trombetta, de Impresub, quien a bordo de un buque italiano, trabajaba en 2002 para Red Eléctrica en las obras del lecho marino para la tubería de gas natural argelino. El hallazgo del pecio obligó a cambiar el trazado del gasoducto. Un español, Luis Valero, presentó poco después ante el Ministerio de Cultura sus derechos como descubridor de dos pecios en la misma zona donde ha trabajado el Odyssey. «Los americanos quieren comercializar lo que saquen, como están haciendo ya con el Republic. Y España no puede consentir semejante saqueo», airea Valero quien, curiosamente, posee los derechos sobre las fragatas españolas Juno y La Galga de Andalucía, hundidas hace 200 años junto a las costas de Virginia y que sentaron un precedente en la jurisprudencia internacional sobre el patrimonio sumergido cuando un juez del Supremo de EE UU dictaminó que ambas navíos, que arbolaban pabellón nacional, siguen siendo buques de Estado y propiedad del Reino de España. Lo mismo sucede con el HMS Sussex. Su carga pertenece al Reino Unido. Lo que está en cuestión es el destino de lo que se rescate: los museos o los domicilios particulares.