VUELTA DE HOJA

Por menos de un pitillo

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Comparaba Balzac las leyes con las telas de araña, a través de las cuales cruzan con toda libertad las moscas grandes y quedan enredadas las pequeñas. Ya tenemos la primera víctima de la brutal ley del tabaco: un trabajador ha sido sancionado con la suspensión de dos días de empleo y sueldo porque un chivato lo delató ante el jefe de su departamento y éste, a su vez y para no ser menos, le comunicó el terrible hecho a Recursos Humanos.

El hombre encendió un cigarrito por inercia y porque su puesto de trabajo está un poco aislado y no podía perjudicar a nadie, pero tuvo la mala suerte de que pasara por allí un membrillo, vocablo que El Tocho Cheli, Diccionario de jergas, germanías y jeringonzas, de Ramoncín, define como soplón.

Coincide el castigo por la depravada acción del trabajador con la ofensiva de las tabacaleras, que podrían bajar los precios con los 78 millones de euros que venían invirtiendo en publicidad. De momento, los estanqueros meditan cerrar de manera indefinida y piden la intervención del Gobierno.

Lo que en otras épocas se llamó el vicio nefando ha trasladado sus orificios, pero seguimos sin comprender que haya personas virtuosas de sus vicios que sigan arriesgándose.

Algo exagerados sí que somos. Como Lucas: o calvos o con tres pelucas. Le contaba yo el otro día a mi sobrino electo Julio César Iglesias, a propósito de la encíclica papal que recomienda la separación de religión y política, algo que vi en mi más dura infancia: los obispos hacían en el atrio de las iglesias el saludo fascista con una marcialidad comparable a la del mismo Mussolini. Los tiempos cambian como es natural y como es artificial. Más de un cigarro me he fumado con el cardenal Tarancón. Claro que él, mientras, se fumaba cuatro.