¿Humor amarillo?
Actualizado:Hace una semana que Cádiz se fue a Madrid, para ver un partido de fútbol y, después, ofrecerse como destino turístico excepcional. Nada nos gusta más que ir por ahí para hablar todo el día de nosotros mismos. Ahora que han regresado incluso los más rezagados, resulta que faltan 24 horas para que todos nos mudemos al Falla, otra vez para analizarnos, pero esta vez en casa, a través de un espejo deformante que provoca una constante sonrisa. Tanto la masiva visita al Bernabéu como la posterior comparecencia en Fitur y el certamen de coplas que mañana se abre en el templo neomudéjar vienen a ser tres manifestaciones - bien anecdóticas, bien esenciales- de la imagen que esta pequeña parte del mundo transmite a su entorno.
Ya sea para seguir al equipo de sus amores, para ensalzar las beldades de su tierra o para poner en marcha su peculiar fiesta anual, un sector de gaditanos parece pasado de rosca desde hace un tiempo y de forma crónica. Lo dijo Kiko Veneno, cómplice de Camarón y alérgico a las pamplinas, en una entrevista hace pocos meses. Se me quedó grabado. Le pidieron unas palabras de cariño para los gaditanos y el autor de Volando voy se negó: «Los gaditanos tiene el ego muy subido en los últimos años. Están muy creciditos. Están todo el día hablando de sí mismos, no hace falta que se les diga nada más». Acostumbrados a la comodidad de la falsa cortesía que abunda en las entrevistas promocionales, esa declaración -se esté o no de acuerdo con ella- resultó un oasis de espontaneidad.
Igual es cierto que empieza a ser cansino lo de la cuna del arte, el centro de todas las cosas, la patria del talento, la fábrica del ingenio y la cantera inagotable de la risa. Ya se sabe que el localismo y el chovinismo (verbal, nunca efectivo) es un rasgo muy andaluz. Todos se creen el ombligo del planeta aunque nadie se preocupa por organizarse para mejorarlo, siquiera para limpiarlo.
Pero algunas circunstancias han permitido que ese defecto tan común se acentúe de forma local entre una nueva generación de gaditanos que, quizás, han dejado que el legado de humor que les confiaron El Beni y El Peña se intoxique de televisión, tópicos y amaneramiento forzado.
Empieza a resultar irritante el papel de graciosos profesionales que los gaditanos ejercen en cuanto se ilumina el piloto rojo de una cámara, en cuanto ponen el pie más allá de Puerto Real o en cuanto se ponen a charlar con alguien que tuvo la desgracia de nacer más allá de Cortadura.
El ascenso del Cádiz, la aparición de mu-chos nuevos cantantes, los reality-shows o la tremenda expansión del Carnaval han multiplicado las oportunidades de lucimiento. No hay televisión que se resista. Si se trata de informar sobre un partido que va a jugar el Cádiz, sobre un disco, un concierto o el inicio de alguna fiesta ligada a la tradición coplera local, allá que aparece un gaditano (generalmente con menos de 30 años) de lenguaje ininteligible, aspecto desaliñado, pudor escaso y humor histriónico premeditadamente exagerado. Lo que se ha llamado, toda la vida, un «gracioso» en el peor de los sentidos posibles. Parece imposible transmitir una información sobre un evento deportivo, musical o una tradición local sin apelar a un supuesto humor, cuando no bufonada zafia, como único idioma hacia el exterior.
Arsa, Arsa, qué arte
Javier Recio, gran periodista sevillano, solicitaba dos o tres veces por semana la creación de la Asociación Regional de Sosos y Aburridos (ARSA) para clamar por los derechos de los millones de andaluces que no son graciosos ni pretenden serlo.
Curiosamente, al autor de esa idea, como a otros con los que tuve la suerte de compartir horas de trabajo (Mauricio García, Javier Rubio, José Sánchez Reyes, Dani Gutiérrez Corvo...) la tómbola de la vida les regaló un finísimo, discreto y oportuno sentido del humor, envuelto en seriedad, que fabrica una ocurrencia cada muchos minutos de silencio y trabajo pero, eso sí, resulta desternillante y espontánea, nunca solicitada ni prefabricada.
Fuera las cámaras
Esa es la gracia gaditana (o quizás universal) que nos legaron los mayores, la casual, la improvisada, la que se convierte en co-mentario brillante sin quererlo el que lo emitió, esa que emerge sólo entre gente de confianza, en los días buenos, nunca ante una puñetera cámara, en un plató, en una entrevista, o en un teatro.
Nada tiene que ver con ir disfrazado a un estadio para llamar la atención de la tele, ni con poner motes facilones, ni con escribir pancartas sobre lo muy borrachos que somos, ni con forzar el acento cuando se habla por la radio, ni de soltar topicazos con entonación afectada cuando se conversa con personas que desconocen la ciudad. Esa no es la gracia de Cádiz, esa es la presunta gracia que los demás buscan en Cá-diz, un lugar común, un prejuicio repugnante que nosotros dejamos sobrevivir con nuestra complicidad activa o pasiva.
«La simpatía está sobrevalorada», dejó escrito Ana Soria y nunca resultó tan cierto que sólo es una leve virtud complementaria. Es mala fecha para decirlo, a 24 horas de que comience el Falla, pero se nos está yendo la mano con lo de la gracia. Ojalá diez buenas chirigotas tengan ocurrencias de las buenas en el teatro y, sobre todo, otras cincuenta transmitan sonrisas con susurros en cualquier esquina, sin tanto micrófono y sin tanta tontería.
Cuestión de medidas
La televisión que transmitirá ese arranque del Falla. Será el estreno de Onda Cádiz, que tan buenos nombres está recopilando. Su director, José Contreras, anda molesto con algún comentario escrito en esta página. Amenaza con «tomar medidas».
Que yo recuerde, sólo se le ha mencionado dos veces: para recomendar su interesante blog y para comentar la saturación de emisoras de televisión (algo que supera con mucho la empresa en la que trabaja actualmente y que es más una cuestión estatal: TDT, plataformas digitales...). Nunca se le quiso molestar, pero si insiste, que coja el metro y busque medidas. Eso sí, las proporciones son decepcionantes, advierto.
El dictador y el Che
El viaje a Madrid, detrás de Cádiz CF, dejó anécdotas impagables. Una de ellas la protagonizaron tres gaditanos (tengo los nombres y una foto) que, ya eufóricos por los efluvios de la amistad, decidieron entrar en el Museo de Cera. No se les ocurrió más que saltarse el cordón de seguridad, colocarle a la imagen de Franco una bufanda azul y amarilla y hacerle fotos. Con la risa, se les olvidó recogerla. A la media hora, cuando volvieron corriendo a por la bufanda, encontraron a medio centenar de curiosos tratando de analizar la relación entre el tirano y el equipo cadista. Afortunadamente, parece que no hay ninguna.
Para compensar, estaba Barroso. Cuando uno de los vuelos chárter aterrizó en Jerez, de regreso del 3-1, y cada cual recogía su maleta, el alcalde de Puerto Real pasó ante varios aficionados del Cádiz y afirmó solemne: «Tuvimos asustado al Madrid una hora y no hay nada más revolucionario que asustar a los poderosos». Dicho esto, se alejó con la cabeza alta y la frente al viento. Lástima que los modestos en el estadio puedan ser los poderosos el resto de la semana. En cualquier caso, le quedó redondo.
Los agujeros y el Villamarta
Una de las grandes apuestas de los teatros de la provincia para esta temporada era el musical We will rock you, inspirado en la música de Queen. El público no ha respondido. Las entradas vendidas están muy por debajo de las expectativas, así que será muy difícil que este tipo de espectáculos tan comerciales (Mecano, Abba...) vuelvan a introducir Cádiz en sus giras. Los rectores del Villamarta, temerosos ante los graves problemas financieros del Ayuntamiento de Jerez, han tenido esta semana, al menos, una buena noticia para compensar. Por muy grandes que sean los agujeros en la Casa Consistorial, su programación sobrevivirá. Antes de que llegue el verano aparecerá la Consejería de Cultura de la Junta con un gran salvavidas que compensará las dificultades municipales. Tener a una alcaldesa socialista tiene ventajas.
El Barrio de Jerez
José Luis Figuereo, El Barrio, presentó en la noche del viernes su espectáculo en el entorno de Chapín, en Jerez. Pese a que un diluvio acechaba desde el cielo, más de 8.000 personas atestaron la carpa. El gaditano de Santa María presentó su nuevo disco, Las playas de invierno, con el que inicia una gira. Su capacidad para vender entradas es tal que en Madrid ha sido preciso convocar un segundo concierto. Este cantante y compositor, al margen de gustos, tiene una innegable capacidad para llenar auditorios. Su directo cautiva a muchos miles de personas. Siendo así, resulta extraño que no actúe en su ciudad natal. Un desencuentro con algunas autoridades institucionales puede ser la causa. Hasta ahora, El Barrio siempre había presentado sus discos en Cádiz. ¿Por qué no el último? ¿Por qué no Jerez y también Cádiz? Habría que preguntarle al propio Figuereo y a varios técnicos o responsables de la cosa cultural gaditana. Si vamos a empezar a mosquearnos entre nosotros... apañados vamos.