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LA COLUMNA

Los censores y el sueño de los delfines

LUIS IGNACIO PARADA/
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Decía Jardiel que «en la vida humana sólo unos pocos sueños se cumplen, la gran mayoría se roncan». Ayer se ha sabido, gracias a un impagable estudio de la Universidad de California, que los delfines duermen sólo con la mitad de su cerebro: apagan uno de sus hemisferios cerebrales, mientras que el otro permanece despierto y ejerce el control sobre las funciones vitales. Así pueden respirar, que para ellos, contrariamente a lo que nos ocurre a los humanos es un acto voluntario y no reflejo. Por eso vemos a menudo a esos cetáceos flotando en el mar, dormidos con un ojo abierto y una aleta por encima de la superficie del agua. Si nos fijamos veremos que a menudo cambian de postura: desconectan la otra mitad del cerebro y cierran el ojo contrario. La mitad del cerebro que permanece activa puede mantener el rumbo del animal y evitar que viaje a la deriva. También por eso, los jóvenes delfines capturados para vivir en cautividad permanecen despiertos a todas horas durante las primeras semanas de su encierro: las madres los vigilan permanentemente no por miedo al entorno o los cuidadores sino para que no se duerman.

En Un mundo feliz, Aldous Huxley anticipó en 1932 una sociedad que ejercía un control completo sobre sus individuos. Una parte de ese control se ejercía a través del aprendizaje durante el sueño mediante una técnica de repetición de la información que denominó hipnopedia. Unos investigadores de la Universidad de Chicago revelaron recientemente que los españoles somos los ciudadanos europeos que menos dormimos. Y demostraron que dormir poco provoca crispación, obesidad, hipertensión y envejecimiento. Así que vamos a aprender a dormir como los delfines. Todo menos resignamos a que nos enseñen a dormir mientras dormimos. Que sería el sueño cumplido de los que han inventado los Consejos Audiovisuales. Nos dejarían sin respirar el aire de la libertad. Y, bajo su férula, los periódicos, las radios o las televisiones sólo nos harían roncar.