Autógrafos
Actualizado:Ya se sabe que la televisión, si no estamos atentos a cambiar de canal, nos puede meter en casa a alguna gente que procuramos evitar en la calle. Hasta ahora, la calle, que no sé por qué se suele calificar de puñetera, ha venido siendo un amplio hogar sin techo donde podemos encontrarnos con un amigo, con un conocido o con un simple saludado, pero era de todos.
Ahora, el señor Rajoy reclama el respaldo de los ciudadanos para que tengamos voz ante el Estatuto catalán. Llevará al Congreso una proposición no de ley apoyada con las firmas que consiga su partido. La consecuencia es que en la calle, que es el único sitio donde todavía se puede fumar, no se pueda dar un paso sin que nos aborde un desconocido pi-diéndonos un autógrafo.
No será necesario haber conseguido una cierta notoriedad, como en el caso de Severo Ochoa, que me confesó que le reconocían muy pocos compatriotas, o como en el caso de Julio Iglesias, que tiene que ir protegido por guardaespaldas. Nos van a abordar a todos y a todas horas. Con grave perjuicio de los mendigos profesionales, que son los únicos que tradicionalmente nos pedían algo, mu-chas personas bien vestidas y quizá bien intencionadas, nos van a pedir que firmemos en un papel que a lo mejor se les ocurre que tenga el contorno del mapa de España. Ah, España. «Buena tierra de cera y buena de venados», que se lee en el poema de Fernán González, pero habría que preguntarle al buen caballero en qué sentido dijo lo de venados. España, «áspera y espléndida».
La verdad es que muchos, al cabo de los años, nos habíamos acostumbrado a ser españoles, cosa que no es nada fácil. No porque no podamos ser otra cosa, que decía mi egregio paisano Cánovas, sino simplemente por eso, por costumbre. Ahora nos van a preguntar si nos gusta que España se diluya, merme o se centrifugue.