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Saben los economistas que el valor de la moneda no reside en ella misma, sino en su circulación. Aun miserable en su factura, sórdido pedacito de metal, una moneda que circula puede mover civilizaciones. Y en eso debía de estar pensando el salvaje que la otra noche, en el campo del Valencia, arrojó una moneda de dos euros desde la grada. La moneda circuló, circuló, curso fiduciario, y fue a estrellarse contra una ceja del linier, que cayó al suelo con efusión de sangre.

Jugaban el Valencia y el Depor en Cuatro. Se había igualado la eliminatoria. Pero todo lo cambió esa humilde moneda: partido suspendido. Tres millones de espectadores, en zozobra. Y los comentaristas de Cuatro, perplejos, que se quedan sin función. Entonces, la cadena envía a un reportero a recoger la opinión de los airados espectadores. Puede imaginarse que en las opiniones del respetable no abundaba el sentido del matiz, pero, al menos, sirvió para prolongar el espectáculo truncado.

Una nota concreta sobre la transmisión de Cuatro: como casi todo en este canal, las transmisiones de fútbol están muy por debajo de lo esperado. No en vano esa casa lleva años trabajando -y muy bien- el fútbol codificado. De Cuatro esperábamos que recogiera el perfil, el tono y la pericia del viejo Canal Plus, pero lo que estamos viendo presenta una calidad media muy inferior. Se diría que toda la experiencia profesional acumulada por Canal Plus se ha ido a la programación digital.

¿Qué falla en el fútbol de Cuatro? Casi todo: las cámaras hacen cosas rarísimas, no hay más que ver los inverosímiles ángulos del gol de Villa; la locución es incoherente, con largos lapsos de conversación ajenos a lo que está pasando en el terreno de juego; los complementos, como ese de mandar un micrófono a la grada, no enriquecen el relato del partido, sino que desvían la atención del espectador. Con todo lo que se ha discutido el tono radiofónico de J.J. Santos, me parece que Antena 3 lo hace mejor; al menos da razones para mantener encendido el volumen de la tele.