Los efectos colaterales
Actualizado:Un buen problema político debe crear afición. Afición a los problemas políticos, se entiende, pero los episodios a veces emocionantes y a veces tragicómicos que señalan la trayectoria del futuro Estatuto catalán sólo producen interés a una sector muy reducido de la sociedad española. No es, por lo tanto, el Estatut un buen problema; muchos ciudadanos aseguran, incluso, que empieza a ser un latazo, o lleva tiempo siéndolo, mientras que el último barómetro del CIS sitúa el paro, la inmigración y ETA, por este orden, a la cabeza de los inquietudes nacionales. Y en cola van las reformas estatutarias. Tejero, el del 23-F, que ayer renacía firmando un artículo en un diario de Melilla, ni siquiera aparece. Qué pronto se olvida a los orates.
Pero si el Estatut no da mucho de sí por su propio contenido, muy maleable, a la baja afortunadamente, sus efectos colaterales se dejan sentir en los partidos que lo propusieron, redactaron, debatieron y votaron en el Parlament. Y la onda expansiva de esos efectos alcanza también al Gobierno central, a cuyo presidente le advierte su socio Carod Rovira que sólo va a apoyarle en el Congreso cuando le parezca bien, y no porque la mutua lealtad se lo exija.
Ya se ha escrito mucho sobre cómo CiU ha finalizado su travesía del desierto en un tiempo increíblemente corto, pasando de ser en seis horas el patito feo del cuatripartito proponente del Estatut -PSC/PSOE, ERC, IC y CiU- al cisne que pretende representarlo. De patito feo se ha quedado Carod, el hombre que venía elevándose sobre sí mismo, dado el valor de sus votos en la bolsa parlamentaria, de Barcelona y Madrid. Pero en esas bolsas ha entrado a cotizar CiU, ofreciéndose inicialmente sin condiciones a quien requiera sus servicios.
ERC podría gobernar en Cataluña con CiU, como ahora está gobernando con el PSC, pero CiU prefiere influir nuevamente en Madrid, lo que no ha podido hacer en los seis últimos años -cuatro de la segunda legislatura de Aznar y dos de la de Zapatero, que escogió otros socios-, y si se coaligase en Barcelona con ERC, su imagen adquiriría un tinte excesivamente radical, contradictorio con su reiterada vocación centrista. Saben por otra parte Artur Mas y Duran Lleida que su adversario electoral no es tanto el socialismo como el independentismo de ERC, que le ha mordido votos en las últimas elecciones autonómicas, por lo que a Carod Rovira no piensan darle ni agua, por mucha sed que tenga, que ya la tiene.
Al margen de estos efectos colaterales del Estatut en los partidos implicados en él, más el PSOE y el gobierno central, se observa día a día como el PP, cada vez más distanciado del asunto, se produce en sí mismo efectos que le impulsan a reaccionar con indómita bravura contra los acuerdos estatutarios que se van sellando, y o se le ocurre anunciar una acción popular para solicitar parlamentariamente la celebración de un referéndum o rectifica y todo lo reduce a recogida de firmas, sacando mesas a las calles, o, como ayer, proponiendo por estricta lógica política que se paralice la tramitación del Estatut hasta que se reforme la Constitución, para evitar más tarde incongruencias entre un texto y otro. El ministro de Justicia dice que se trata de ocurrencias.