Editorial

La credibilidad de Davos

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Con un despliegue policial impresionante y bajo la atenta vigilancia de la prensa, se reúnen esta semana en Davos, Suiza, cientos de representantes políticos, empresariales, académicos y culturales, de todo el mundo, convocados por el Foro Económico Mundial (FEM). La agenda de las discusiones es tan espectacular como la calidad de los asistentes; cubre, sobre todo, cuestiones económicas: el impacto del petróleo en la economía mundial, la lenta apertura comercial de los mercados agrarios o el papel de las multinacionales en el comercio. Pero también se abordan cuestiones sociales y políticas como la inestabilidad del Oriente Medio y la responsabilidad social corporativa. Y, sin embargo, es inevitable plantearse si el simposio de Davos no es un espectáculo más.

La respuesta es que sí merece la pena y que no todo en Davos es pura exhibición. El FEM es una fundación privada, internacional e independiente fundada en 1971, que funciona bajo la supervisión del Gobierno suizo. Desde ese mismo año, Klaus Schwab, profesor de la Universidad de Ginebra, empezó a organizar encuentros entre ejecutivos europeos y norteamericanos para el intercambio de técnicas de management moderno. Éste es el espíritu heredado de estos encuentros: la institucionalización del intercambio de ideas y el conocimiento personal de líderes que raramente coincidirían en otros foros. Este año están en la agenda no sólo asuntos económicos, sino cuestiones como la amenaza terrorista, los temores a una pandemia de la gripe aviar, o la movilización social frente a las catástrofes naturales. Aunque los asuntos estrella del debate siguen siendo económicos. Angela Merkel ha presentado un programa de revitalización para Alemania y para toda Europa basada en la creatividad, se ha discutido sobre la necesidad de dar marcha atrás en el corporalismo europeo y liberalizar el comercio, se han analizado las últimas cifras del PIB chino y se han abordado, entre otras cosas, la necesidad de que las economías orientales emergentes abandonen tipos de cambio mantenidos artificialmente para ayudar a sus exportadores. Es más, durante el año pasado, el FEM colaboró estrechamente con Tony Blair en el establecimiento de la agenda del G-8 sobre reducción de la pobreza y la prevención del cambio climático y puso en marcha programas educativos en muchos países y estudios sobre competitividad, buen gobierno y lucha contra la corrupción; fue también pionero en establecer los primeros lazos con dirigentes económicos chinos a finales de los años setenta y sirvió de lugar de encuentro para Simon Peres y Yasser Arafat. Inmejorables credenciales que, como declaró Kofi Annan, «tratan de ponerle una cara humana al mercado global».