También por arriba
Actualizado:Los porveniristas habían vaticinado, hace bastante tiempo, que por estas fechas ya habría lunas artificiales, las ciudades estarían climatizadas y se habrían popularizado los vuelos individuales. Los augures se anticiparon. Todo eso llegará, sin duda y si Dios no lo remedia, que parece que se muestra poco partidario del intervencionismo, pero hasta ahora la luna sigue más sola que la una, en las ciudades se pasa un calor horroroso o un frío mortal y en cuanto al vuelo solitario, no hemos pasado del parapente.
Lo que no habían sospechado, al menos en toda su intensidad y proporción, los adivinos de cucurucho era en que el espacio se iba a convertir en un vertedero. Quien ponga el grito en el cielo tendrá que asegurarse antes de que encontrará sitio. La chatarra espacial hará que la órbita terrestre sea intransitable dentro de cincuenta años. Todo se ha llenado de basura y si volvieran los primeros cosmonautas dirían lo mismo que decimos las personas mayores cuando visitamos nuestros viejos barrios: hay que ver cómo ha cambiado esto. Flotan por todas partes herramientas, tornillos, cachos de satélite, botas, paneles averiados, secciones de cohetes... Cuentan que la Red de Vigilancia espacial Norteamericana tiene registrados más de nueve mil objetos fabricados por el hombre, con un peso que supera los cinco millones de kilos, deambulando por las alturas.
La verdad es que los terrícolas lo ponemos todo hecho una porquería, así en la tierra como en el cielo. ¿Ejercen las estrellas la misma gestión que los imanes y atraen la suciedad del mundo? No se sabe, pero el cielo es una oficina sin dueño de objetos perdidos. La manía centrifugadora, de la que tanto se habla con eso del Estatuto, está llegando a todas partes y no se van a poder dar ni cuatro pasos por las nubes.