Orgullo amarillo
Actualizado:El pasado sábado comenzaron a sonar los tangos del próximo carnaval. Pero en Cádiz somos como somos, y a la misma hora, en Madrid, miles de gaditanos abarrotaban los aledaños del Bernabeu con una marea amarilla que ya se va haciendo célebre, popular y muy bien aceptada allá donde se produce, lo contrario que ocurre con la del chapapote. En nuestra ciudad se transformó la vida cotidiana: se retrasó el comienzo de la pestiñada, se abarrotaron los bares para animar desde la distancia al submarino y... muchos y muchas que habitualmente no son aficionados al fútbol pegaron sus narices al televisor para presenciar el espectáculo, para vibrar con el Cádiz.
He sido testigo ya de tres de estas multitudinarias «mareas» y de verdad no me arrepiento de ello. No fui a Chapín, lo reconozco, pero si he tenido la suerte de presenciar la del ascenso fallido en Madrid contra el filial, la de Barcelona en el mini estadi y el otro día, la primera masiva ya en la liga de las estrellas. Fue realmente impresionante, los madrileños no daban crédito a lo que veían, y eso que están acostumbrados a toda clase de eventos. Pero la marea amarilla, de verdad tiene algo especial. Las crónicas dicen que entre cinco y siete mil nos dimos cita allí, yo les puedo asegurar que fuimos más, no se cuántos, pero muchos más.
Salí temprano del hotel con mis acompañantes para ir tranquilos al estadio. Por todas partes veía a gaditanos conocidos que, con sus bufandas al cuello, nos saludaban con una sonrisa de satisfacción y complicidad que no les cabía en la cara. No se produjo ninguna bronca ni ningún mal rollo y los propios madridistas animaban a los cadistas por estar allí. Un espectáculo digno de encomio.
Del partido no les voy a decir nada, seguro que lo vieron, y como a todos, se nos quedó cara de tontos al final. Valió la pena, vaya que si valió. Ver esa grada teñida totalmente de amarillo, animando, cantando y vibrando con el Cádiz fue algo inenarrable. Mientras los madridistas, que eran muchísimos más, calladitos y acongojados con lo que veían. Cantaron eso sí, tres golazos de sus estrellas, pero no nos van a quitar el regustillo de esos minutos en los que fuimos dueños y señores del mismísimo Santiago Bernabeu, ahí es ná. Hay que seguir en esa línea y continuar dando ejemplo de deportividad allá donde aparezca la marea. Ganar es importante, por supuestísimo, pero mucho más lo es saber estar y, si se da el caso como el sábado, perder con dignidad pero dejando un buen sabor de boca en esas ciudades que se visitan. El orgullo de ser amarillo es cada vez mayor, más reconocido y envidiado en toda España. ¿A por ellos!