Editorial

Democracia palestina

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No se ha equivocado la Casa Blanca en su valoración del día de ayer en Oriente Próximo como «una jornada significativa e histórica para el pueblo palestino». Ni siquiera tal afirmación es exagerada en su dimensión estadística: los palestinos no habían elegido un parlamento en diez años y sólo el año pasado se había podido votar en libertad. Y ahora lo han hecho, además, con una elevadísima participación. Ahora bien, si la sola realización de los comicios es un hecho muy positivo, las consecuencias que se puedan derivar de los resultados electorales son cuestión diferente.

El partido del presidente Abbas, Al-Fatah, habría vuelto a ganar con un 42% de los votos, según sondeos a pie de urna, mientras que su rival emergente, los radicales islamistas de Hamas, le seguirían con un 35% de los mismos. Dos listas liberales menores y el Frente Popular se repartirían el resto. Si los resultados definitivos confirman estas previsiones significará que entre dos partidos han reunido tres cuartas partes del total de votos y, por tanto, de escaños, lo que haría muy posible la creación de un Gobierno de unión nacional que evitase las tensiones de una legislatura con fuerzas parlamentarias equilibradas. Por el momento, todo apunta a que Hamas utilizará fórmulas discretas para entrar en el Gobierno, pero, al tratarse de un grupo que sigue estando en la lista de organizaciones terroristas, su ingreso en el proceso institucional no puede equipararse automáticamente a una asunción absoluta por su parte de los usos democráticos. De hecho, y es significativo, los islamistas han rechazado hasta el momento la posibilidad de desarmar a sus milicias. Sí es cierto, con todo, que tras su apuesta estratégica de entrar en política y batallar en el campo institucional, y obtener muy buenos resultados en las municipales, el movimiento ha apartado de su ideario la destrucción de Israel, al que no reconoce pero con el que consentiría negociar a través de terceros. Habrá que esperar, por tanto, a los primeros gestos para desvelar hacia dónde decide deslizarse Hamas.

En lo que no hay resquicio para la duda es en que la elección del Parlamento puede suponer un punto de inflexión en Oriente Próximo. Las inminentes elecciones en Israel, en las que el programa claramente negociador del sucesor de Sharon al frente de Kadima, Ehud Olmert, se va abriendo camino con fuerza, podrían dar paso a una reactivación «definitiva» del proceso de paz; con lo arriesgado que es pronunciar esa palabra en esta región del planeta. Pero para ello harán falta gestos decisivos, y los más delicados van a estar realmente en manos de los islamistas.