De verdad, este año lo dejo
Estrenar calendario es una de las mejores excusas para iniciar uno de esos proyectos eternamente aparcados, especialmente el de abandonar el tabaco sobre todo con los nuevos impedimentos legales
Actualizado: GuardarDetrás del hábito de fumar, hay dos tipos de dependencias, una física y otra psíquica. La segunda suele estar muy relacionada con los motivos que nos llevaron a comenzar con el tabaco, pero a la vez existe un deseo real de continuar fumando por la acción de determinadas sustancias químicas. Esos componentes actúan desencadenando una cierta sensación de bienestar e inclinan al organismo a manifestar una serie de molestias cuando se pierde el contacto. Las molestias llegan a conformar el denominado síndrome de abstinencia, que se produce al abandonar este hábito, sobre todo si se hace de forma radical. Pero, por encima de todo, sigue persistiendo un componente social que invita a no abandonar el tabaco, especialmente entre los más jóvenes, muchas veces por el estilo de vida y los modos de diversión a los que va unido. A veces, ese componente puede tener más fuerza que otros factores relacionados con una dependencia física.
La nicotina es la sustancia relacionada por excelencia con la dependencia al tabaco. Es la responsable de la aparición de ese síndrome de abstinencia. Tras ser inhalada, se absorbe a través de los pulmones en un elevado porcentaje, que depende de la forma cómo se produzca esa aspiración del humo. La nicotina tiene efectos psicológicos importantes, ya que en dosis bajas es un estimulante, pero también produce efectos más orgánicos, como cambios en la presión arterial y frecuencia cardíaca. Provoca un efecto placentero, pero para conseguirlo se requiere cada vez más dosis de esa sustancia, al producirse un efecto de tolerancia.
Pulmón y corazón
El síndrome de abstinencia se produce cuando se deja el tabaco, sobre todo hacia el segundo o tercer día, y cursa habitualmente con trastornos psicológicos como ansiedad, insomnio, depresión e irritabilidad, aunque también aparecen síntomas físicos como dolor de cabeza. Aunque en los tiempos que corren el abandono de este hábito tiene una connotación social, debido a la presencia de nuevos impedimentos legales y restricciones diversas, suele venir determinado por razones de salud.
Cada vez es más abundante la información de que disponemos sobre los efectos nocivos del tabaco, pero muchas veces se espera a la presencia de determinados trastornos para tomar conciencia de la necesidad de su abandono.
Entre esos trastornos, se hallan la presencia de problemas respiratorios como el padecimiento frecuente de procesos infecciosos o una limitación cada vez más evidente ante cualquier tipo de esfuerzo físico. También suele darse un padecimiento de enfermedades cardiovasculares, sobre todo relacionadas con la tensión arterial y problemas de riego coronario.
Sin embargo, es frecuente encontrar personas que deciden dejar de fumar no por la presencia de algún trastorno, sino por una sensación de incomodidad y progresivo envenenamiento. Es una sensación que suele dar conciencia de que el tabaco está produciendo efectivamente un daño a la salud. Se advierten cambios como trastornos en el sentido del olfato y gusto, problemas de mal aliento, envejecimiento de la piel y, sobre todo, un sentimiento de dependencia vital respecto a ese hábito que llega a generar incluso inseguridad.
Razones para fallar
Esa sensación, unida a la evidente incomodidad que puede suponer fumar, determina el convencimiento de la necesidad de dejarlo. Por otro lado, también es frecuente encontrar personas que recurren a criterios económicos a la hora de plantear dejar de fumar, ya que calcular el coste económico que conlleva es también una razón de peso. Ahora bien, este convencimiento muchas veces se queda en un mero pensamiento, sin llegar a concretarse en un planteamiento efectivo cuando no existe una decisión firme de dejar el tabaco.
Los motivos por los que puede fallar ese convencimiento de que hay que dejarlo suelen basarse en una falta de convencimiento real. Para ello, se buscan excusas relacionadas con el aparente buen estado de salud que se disfruta. También influye el hecho de estar convencido de que no hay un efecto nocivo cuando se consigue controlar el consumo de tabaco al moderar el número de pitillos fumados cada día. Pero la principal de todas suele ser la de negar la evidencia de que realmente se sufre una dependencia, al escudarse en el convencimiento de que se podrá abandonar en cuando se desee. Para cuando nos damos cuenta de que esta excusa es falsa suele ser demasiado tarde.