VUELTA DE HOJA

Nuevos jefes

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Cavaco Silva ha conseguido la presidencia de Portugal en la primera vuelta, lo mismo que casi ha logrado el Barça en la Liga. El dirigente de centro-derecha le debe su triunfo a la división del Partido Socialista, que no ha sabido sacarle partido a que en Portugal haya más de dos millones de pobres y una creciente tasa de desempleo. Hay líderes que parecen muy simpáticos porque tienen la dentadura de dos números más. Lo que se llama un gran juego de comedor. Al no poder ocultarlo ofrecen un aspecto de personas afables, casi joviales, que invitan a fiarse de ellas.

También Evo Morales se ha hecho acreedor a la confianza de su pueblo y se ha encomendado a sus remotos dioses en la pirámide de Akaplana, entre las ruinas de Tiahuanaco, entre dos respetables sacerdotes aymaras. Los amautas purificaron su bastón de mando y Evo, cuya preocupación prioritaria no es ser el árbitro de la elegancia, juró después como presidente de Bolivia y prometió el control público de los recursos naturales y el fin del Estado colonial.

Los nuevos jefes siempre suscitan esperanza, ya que mucha gente piensa que es imposible hacerlo peor que lo hicieron sus predecesores, cosa que no está demostrada. El mando, que debe ser «un anexo de la ejemplaridad», no basta con que sea eso. No es infrecuente que personas de buena voluntad lo ejerzan de manera catastrófica. Ahora están accediendo a él una nueva generación de mujeres -Angela Merkel, canciller de Alemania; Gloria Macapagal, presidenta de Filipinas; Ellen Johnson, presidenta de Liberia- lo que siempre supone que las cosas pueden cambiar y habrá menos crueldad y menos zafiedad.

Todos los nuevos jefes están contentos, excepto Carod Rovira, que pone reparos al pacto final del Estatuto. Le parece poco.