Cohabitación en Lisboa
Actualizado: GuardarEl mismo cuerpo electoral que en febrero de 2005 dio mayoría absoluta al partido socialista para la formación del Gobierno, ha otorgado apenas doce meses después su plena confianza al candidato de la derecha liberal, Aníbal Cavaco Silva, para que encabece la presidencia de la República de Portugal. Pero lejos de explicaciones en puros términos de contradicción o convulsión política, el giro de los votantes portugueses, que ha aupado por primera vez desde la Revolución de los claveles al centro-derecha al sillón presidencial y obligará al Ejecutivo socialista a una cohabitación con el centro-derecha, merece analizarse en otras claves.
El país vecino atraviesa una situación económica realmente precaria: sus indicadores muestran una situación de práctica quiebra técnica, con un déficit fiscal cercano a un inmanejable 7%, un crecimiento de sólo un 0,3%, un desempleo que no hace sino aumentar y una economía sumergida y una nómina de funcionarios sin parangón en la Unión Europea. Y en esta coyuntura complicada, en la que no cabe más solución que la inmediata adopción de medidas drásticas y contundentes, hay que insertar el resultado de las elecciones portuguesas. Entre el primer ministro socialista, José Sócrates, reconocido suscriptor del neolaborismo del premier británico Tony Blair, y el recién elegido presidente de la república no hay diferencias de opinión sustantivas sobre cómo atajar el problema. Sócrates es el perfecto exponente del ala liberal del Partido Socialista portugués, y su perfil reformador y defensor del choque tecnológico para hacer progresar a Portugal no puede estar más cerca de las propias recetas de Cavaco. Por ello, en este escenario de desafío puramente económico que excede con mucho el ámbito de la opción sociopolítica y remite a una urgente modernización del Estado y del aparato productivo, es en el que hay que interpretar el éxito electoral de un profesor de Economía y Finanzas al que en Portugal se identifica con el periodo de crecimiento que vivó la República desde 1985 a 1995. Los portugueses han decidido posponer sus inclinaciones políticas y apostar por la opción más acorde con las necesidades reales de su país. Ahora sólo queda que el recién elegido presidente de la República confirme con hechos sus proclamadas intenciones de convertirse en el presidente de todos y se cumplan las esperanzas de los portugueses de crearse una suerte de cogobierno que saque al país del bache que atraviesa.