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El consumo de cocaína entre los adolescentes se multiplica por cuatro en el último decenio

Los expertos alertan de que España vive sus peores momentos desde los años 80 en la lucha contra la droga

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Se muerde las uñas y lleva algo descosido el bolsillo derecho del pantalón gris de paño. El pelo es, sin duda, estilo power -como llaman entre ellos al peinado con flequillo que cae por media cara, a modo de visillo- y que nada tiene que ver con la cresta, o con el look bacala, al que pone el acento un anémico apéndice capilar que, como un muelle, se suelta desde la nuca. Se cuenta, porque también para ellos esas diferencias son sagradas. O sea, que debe de ser pijo. Un pijo de trece años, de uniforme, con una carpeta forrada de recortes de revista y un porro entre sus labios, imberbes, de niño. «¿Oye, que por fumar no te pueden decir nada! Eso es para el que lo pasa».

Resulta que este niñato que no levanta ni dos palmos del suelo ni baja de los cuatro cates por evaluación está puesto en Penal. «¿Tú sabes que eso te va a traer muchos problemas?» «Pues algunos amigos de mi hermano, que tienen 16, fuman desde hace mucho tiempo y no les ha pasado nada». «¿Y ése quién os lo ha dado? -en el grupo hay otros dos alumnos de primero de la ESO, pero uno de ellos tiene un año más porque ha repetido-». «¿Uno!», contestan al unísono. «Como se enteren vuestros padres, veréis», se les avisa, pero la amenaza no surte el más mínimo efecto. «Pues ya veréis cómo lo sepan en el colegio». Tres cuartos de lo mismo.

Estilo y diversión

O no se les impone ningún respeto o no lo sienten ni por sus padres ni por sus profesores. Lo explica Ignacio Calderón, director de la Fundación Española contra la Drogadicción (FAD): «Las cosas están muy crudas y con tendencia a empeorar. El cannabis y la cocaína se relacionan con un estilo de vida, con el ocio y la diversión. Cada vez los consumidores tienen menos años y por lo tanto menos capacidad de decir no. Hay una reducción del riesgo muy grande, una accesibilidad altísima a precios de risa -una papelina cuesta unos 13 euros- y una especie de imaginario social permisivo y tolerante que les lleva a pensar que no pasa nada. A eso se une una sociedad que no tutela: tengo 58 años y cuando era pequeño si hacías una pifia en la calle venía alguien y te increpaba y que sabías que te la ibas a cargar; ahora eso ha desaparecido y ya pueden estar quemando un banco o estrangulando a una vieja que el que pasa cambia de acera y mira para otro lado».

En esta tarde gélida de Madrid, miramos a izquierda y derecha en el parque junto a estos niños porreros y su colegio del distrito de Ciudad Lineal, y lo cierto es que no se ve un solo policía de los 3.124 agentes que el Ministerio del Interior ha anunciado que se desplegarían por todo el territorio nacional para combatir el menudeo en las inmediaciones de los colegios.

Una medida que avalan datos como los recogidos por la última Encuesta Estatal sobre Uso de Drogas en Enseñanzas Secundarias 2004, que concluye que para un 71,8% de los estudiantes es fácil conseguir cannabis y su consumo ha aumentado del 18% en 1994 al 36% una década después, un salto que ha sido cuádruple en el caso de la cocaína, la segunda droga más consumida por los españoles, que ha pasado del 1,7% hace diez años a los 6,8% actuales.

Y eso en cuanto a drogas ilegales, por que si hablamos del alcohol, cuyo consumo analiza el mismo informe, amén de que para el 93,8% hacerse con él es una bagatela, el 58% declara que alguna vez se ha emborrachado, y un 21% manifiesta que ha estado ebrio una o dos veces en los últimos 30 días.

Una realidad que lleva a José Sánchez, vicepresidente de Enlace -la Federación Andaluza de Atención a Drogodependientes que aglutina 108 asociaciones-, y además profesor de instituto, a decir que la medida policial es la respuesta al susto que se han llevado nuestras autoridades a la vista del panorama, pero que «la reacción a los sustos, a veces, puede tener consecuencias no deseadas. Por los institutos está claro que merodea gente con intención de vender sobre todo cannabis y se ve cierto trapicheo. Pero no sé exactamente en qué va a derivar esa presencia policial, porque si no puede ser visible el trapicheo, se hará más sutil, y entonces se nos escapará más al control».

«Hay un 30% de alumnos de Secundaria que, según las encuestas oficiales, -añade el profesor- es consumidor de cannabis y si alguien cree que porque haya presencia policial a las puertas del centro no les va a llegar es que no conoce el problema. Si sólo fuera cannabis no sería tan importante el problema porque cuando los chicos fueran un poco más maduros lo dejarían ellos solos, pero ahora tenemos a ese 30% de ellos en contacto con redes criminales, y muchos son fracasados en el colegio y con conflictos, presas fáciles para ser captados por la organización. Y estoy convencido de que para que este volumen importante de escolares que fuma porros no pase a otras sustancias lo mejor es no seguir hablando de la droga en general, porque eso nos confunde a todos, e ir separando el circuito para que el consumidor problemático no acabe en las redes del crimen. Es urgente».

Responsabilidad

Ante las pegas que le van saliendo al cerco policial al trapicheo de droga en los colegios, el comisario Jesús María Corral, jefe de Planificación y Coordinación de la Subdirección General Operativa del CNP, responde que «todo el mundo actúa un poco egoístamente queriendo que la pelota esté fuera de su propio tejado, pero no creo factible que las redes se introduzcan dentro del propio centro si el colegio funciona como tal y hay un control de las actividades, no sólo una transmisión de conocimientos intelectuales. Lo que vemos en el equipo multidisciplinar del Plan Nacional de Drogas es que es necesario controlar la difusión de droga ahí donde está. Ha sido un error durante muchos años preocuparse únicamente de ir a por el gran traficante, a por las grandes estructuras, y no a por el pequeño. Estamos ante un problema que hay que atajar en todas partes y no admite situaciones intermedias», explica contundente.