Rectificar

Se suele decir que rectificar es de sabios, como si no lo hicieran también los ignorantes y los tontos terminales. La Justicia, que seguimos escribiendo con mayúscula para demostrar nuestro candor, ha ordenado parar el traslado a Cataluña del Archivo de Salamanca. Los papeles, horas antes de salir hacia Barcelona, han sido inmovilizados hasta el martes.

El asunto, que es con el del célebre Estatuto, uno de los que ha conseguido una eficacia mayor en la gestión de enfrentar unas regiones con otras, huele más a parón que a acuerdo definitivo, que por otra parte es imposible. Las furgonetas con los papeles del Archivo de la Guerra Civil están quietas, pero quizá sea para coger carrerilla.

Otra rectificación sobre la marcha es la que se ha producido en el caso de Alí Agca, que es un caso criminal, aparte de ser un caso clínico. Lo han detenido en su domicilio de Estambul una semana después de haber recuperado la libertad para seguir ejerciendo su irrefrenable vocación asesina. Esposado y con más cara de loco que nunca, se lo han llevado a una prisión turca donde no existe la menor idea del confort para que cumpla al menos cinco años más de condena. El ministro de Justicia de su país considera ilegal que Agca redimiera parte de su castigo por el asesinato de un periodista compatriota suyo a la vez que purgaba el atentado contra el Papa.

Más grave es la rectificación de Irán, que ha resuelto retirar de Europa 6.600 millones de euros y depositarlos en bancos de Asia. Al mismo tiempo amenaza con bajar la producción de petróleo un millón de barriles al día, o sea, que quiere convertirnos a todos en pobres y en peatones, dos cosas que nunca han figurado entre las aspiraciones de nosotros los occidentales, acostumbrados a pasarlo bien y a ignorar el mal.