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Yo estuve allí

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21 de enero de 2.006. Diez de la noche. Madrid. En el Santiago Bernabéu ante 70.000 personas se enfrentaban el todopoderoso Real Madrid con todas sus estrellas y el modesto y recién ascendido Cádiz. Os puedo asegurar que de no ser por las camisetas, el conjunto local parecía el visitante y, viceversa.

Durante muchos minutos, por no decir todo el partido, el Cádiz bailó a los blancos al ritmo de los tangos procedentes de la pestiñada de la plaza de San Francisco gaditana.

Más de uno, entre tangos, pestiños y copichuelas de anís, disfrutaron viendo la televisión al igual que hicieron los más de 5.000 cadistas que estaban a más de 600 kilómetros de la Tacita de Plata. El equipo de Víctor Espárrago le sacó los colores a un equipo incoloro como el madridista en el día de ayer, o mejor dicho, durante todo lo que llevamos de campeonato.

Lo vivido ayer ante el club de Concha Espina debe servir de mucho. De acuerdo, perdimos. De acuerdo, no sumamos ningún punto, pero que nos quiten lo bailao. Dominar al Real Madrid de Florentino Pérez en su terreno de juego, merecer ganar por juego, disfrutar de lo lindo durante todo el partido y comprobar como los galácticos merengues pierden tiempo clamorosamente en su propia casa, eso es algo que no tiene precio. El Cádiz lo consiguió ayer, muy por encima de los goles de Roberto Carlos, Beckham y Robinho. Los aficionados que se desplazaron al templo madridista comprobaron que el submarino amarillo tiene todavía mucha vida y que en el equipo hay madera.

Si tenía alguna duda a estas alturas de mi existencia de tener algo que contarle a mis futuros nietos, esas interrogantes quedaron ampliamente disipadas en el día de ayer, en el glorioso Santiago Bernabéu ante 70.000 almas. Cuando sean ellos sean mayores, les contaré con mucho orgullo de abuelo que un 21 de enero del año 2.006, en Chamartín, yo estuve allí, con el Cádiz. Y punto.