Día grande, grandísimo
Actualizado: GuardarHistoria del abuelo cebolleta. Hace poco, muy poco tiempo, allá por 2003, quien firma se levantaba en un hostal de carretera de Navalmoral de la Mata. Bajaba a desayunar a la cafetería y charlaba tranquilamente con Armando e Israel, portero y delantero del Cádiz. Eran las horas previas a un Moralo-Cádiz, en ese pueblo perdido de Extremadura cuyos lugareños deberán perdonarme que califique de aldea, o casi. Al menos así lo dice su número de habitantes, 17.500, menos de los que cada dos domingos se dan cita en Carranza.
Después de comer, y tras una siestecita, jugadores y técnicos del conjunto amarillo , junto a Theo Vargas y un servidor, cruzábamos la carretera a pie para llegar a un campo en el que sólo faltaban las cabras pastando en un ¿terreno de juego? impracticable. El partido acabó con empate a cero y con José González en la grada dando órdenes protegido por una pareja de la Guardia Civil. Historia, en fin, del Cádiz profundo. Ayer, estos mismos ojos vieron a este mismo equipo, con ese mismo portero, en todo un Bernabéu, plantando cara a los galácticos, poniéndolos contra las cuerdas. Haciendo que Guti celebrara el gol de Beckham como si fuera el del mismísimo triunfo en la final de la Liga de Campeones. Y, lo que es mejor, vieron a una hinchada entregada, dando ejemplo a toda España, de lo que es y siempre debe ser el fútbol. Una excusa para pasarlo bien. Personalmente no me gusta mucho ese grito de «... el resultado nos da igual». NO da igual. Salvo en partidos como el de ayer. En situaciones como estas lo importante es divertirse. Alguien me mandó un mensaje al acabar el partido. ¿Cuánto vale una hora de felicidad? Cualquier cadista pagaría lo que fuese por volver a vivir una como la de ayer. Ojalá.