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La otra ruta de las cañas

La Fundación Lara ha editado un libro sobre los mejores lugares para pescar en Andalucía

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Hay vida pesquera más allá del Puente de Carranza. Mucha más. La Andalucía sumergida guarda tesoros que capturar en muchos de sus rincones y, para no perderse por los meandros del mapa piscícola de la región, Quico Pérez-Ventana ha publicado Las rutas de la pesca deportiva en Andalucía. La Fundación Lara ha editado, dentro de su colección de Rutas Culturales, 266 páginas de las que saltan barbos, carpas, robalos, black bass y sargos, entre otras de las delicias que guarda la naturaleza en las aguas andaluzas.

Las presas son multitud en el sur, según el autor, que admite que Andalucía es de las pocas comunidades autónomas «donde se puede pescar de todo, salvo salmones», dice. Dentro del territorio, destaca Cádiz por el número de capturas y la calidad de sus aguas, ya se hable de agua dulce, salada; pesca desde la costa o de altura. No todos los días se satisface el cupo de capturas, algo que depende en gran parte de la modalidad que se practique. Una mañana de pesca moderna de ciprínidos al coup en el Lago de Arcos puede saldarse con 20 capturas, mientras que un barco puede pasar un verano saliendo al Atlántico para hacerse con un sólo atún rojo y poder «luchar durante seis horas con él», dice Quico Pérez-Ventana.

Nutridos fondos

Y si hay gentío bajo el agua, también lo hay en las orillas sureñas, que están pobladas por 300.000 aficionados a este deporte. «Los andaluces nos aficionamos a todo», dice el autor, que ha sentido en sus propias carnes el anzuelo de este deporte. De 1993 a 2000, el periodista sevillano dirigió la sección de pesca deportiva del Correo de Andalucía y ha colaborado en diversos medios. Vive en El Aljarafe, pero, cuando tiene un rato, se escapa a la costa gaditana. «Salgo de Rota con mi hermano y allí, a quince millas de la costa, está mi paraíso particular».

Esa pasión por la caña es la que le llevó hace un año a dejar todo lo demás y enfrascarse en el trabajo que ha dado a luz su libro. «He querido hacer una obra real, que retrate realmente la situación de la pesca de Andalucía», sostiene. Para conseguirlo, se ha remitido a las bases del saber y ha entrevistado personalmente a más de cien pescadores.

El resultado es un mapa piscícola de Andalucía que propone ocho tipos de rutas: cuatro de ellas de agua dulce -del ciprínido al coup, del boilie, del salmónido y del black bass- y cuatro de agua salada (de pesca desde la costa, desde embarcación, de altura o submarina).

Sin embargo, el autor no ha querido que su libro quedase como una mera guía, que se limite a señalar los mejores lugares para lanzar el anzuelo, y propone otros capítulos complementarios como una semblanza histórica. Se trata de una mirada al pasado para comprender porqué el pescado está tan presente en la cultura andaluza, dedicado «a los fenicios y a los romanos que aquí perfeccionaron el arte de la pesca» y que sitúa la aparición del primer anzuelo aproximadamente 30.000 años a.C.

En aquella época, los habitantes de la Andalucía remota retaban a la suerte y perfeccionaban la técnica para dar el sustento alimenticio a los suyos. «A la vista del tamaño y la combatividad de los peces que tentaban aguas adentro, no debía ser una tarea excesivamente tediosa», sospecha Pérez-Ventana. En algún momento entre aquél instante y nuestros días, los hombres le encontraron la gracia al «subidón de adrenalina» innato a la picada, y fue fraguando la pesca deportiva, «en el último medio siglo».

En Siglo XX: postales de pesca, el autor rastrea en el túnel del tiempo la consolidación de la pesca deportiva, entendida como «el arte de engañar al pez, presentar el cebo ante sus ojos de forma natural, poner a prueba su voracidad y capacidad de lucha y superarnos en técnicas y conocimientos». Y la búsqueda le llevó a indagar en la memoria de los primeros pescadores deportivos en parajes de leyenda como la playa de La Caleta, «donde bautizaron la caña del país, hecha con material de bambú».

Sin muerte

Si hay en Cádiz una estampa que acude a la mente al hablar de pesca es la del Puente de Carranza sembrado de cañas. Sin embargo, Quico Pérez-Ventana no lo incluye dentro de sus golosas rutas. «Se utilizan métodos muy rudimentarios. Además, levantar un pescado por el aire desde 15 metros se asemeja más a una pesca para obtener la presa», subraya el autor, que aboga abiertamente en su libro por una práctica sin muerte en la que las presas son devueltas al mar. «Los pescadores no tenemos tanto hambre. No se trata de una norma de estricto cumplimiento, sino un código de conducta noble y sano», dice el periodista, que admite que el devolver el pescado al agua salada no es algo común, pero «llegará a serlo».

Cuestión de equipo

Los métodos que se utilizaban para sacar pargos desde la gaditana Piedra de Melicena han cambiado. La obra de Pérez-Ventana desarrolla las principales técnicas, evolucionadas hasta el extremo en las competiciones. «Los aparejos son mucho más ligeros y finos, y los anzuelos, minúsculos», admite el autor. En el arte del sedal, como en otros campos, la sofisticación implica rascarse el bolsillo. Cañas de carbono ultraligeras, flexibles y resistentes, hilos puenteados que reducen su grosor conforme se alejan del anzuelo para aumentar la lanzada en pesca desde la playa, indicadores electrónicos de picada, etc. «La alta competición necesita equipos que superen los 6.000 euros y una innovación constante que hacen necesario un espónsor -indica el autor-. Si el de al lado tiene un mejor equipo, pescará más: en la pesca no existe la suerte».

Sin embargo, los desembolsos dependen del nivel que se haya adquirido y, para empezar a probar suerte, basta con poco. «Un buen equipo para la lanzada en la costa puede costar 600 euros, aunque si se quiere comenzar a funcionar en los ratos libres, en un hipermercado se encuentra una caña para echar la gusana y divertirse por 60 euros». Sólo queda morder el anzuelo de una afición que engancha. Basta perderse por las rutas de disfrute de un deporte-filosofía que pide aprender y evolucionar y, por supuesto, confiar en el primer mandamiento de la pesca: paciencia.