Artículos

Odiosas comparaciones

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

A principios de semana tuve la oportunidad de conocer a varios jugadores del Unicaja. Fue gracias a una gala, que tuve el honor de presentar junto a Berni Rodríguez, en la que se premiaban como mejores deportistas del año a auténticos campeones. Uno de ellos, Jorge Garbajosa, simboliza en estos momentos el éxito no sólo del equipo malagueño, sino también los triunfos y esperanzas que siempre depositamos en la selección española. Salvo vergonzosas excepciones, el ambiente del baloncesto español no tiene nada que ver con todo lo que rodea al fútbol. Hay un porcentaje más elevado de jugadores que se preocupan por el futuro y, por lo tanto, intentan terminar al menos los estudios más básicos. Suelen estar más preparados a la hora de hablar con la prensa, aunque bien es cierto que sus mensajes van dirigidos a un público también más preparado. Suelen ser más educados y menos divos que los futbolistas. Este gran pequeño detalle es lo que siempre he echado de menos en el deporte rey, donde no sólo Samuel Etoo escupe. Casi me muero del susto cuando encontré la cantidad de casos de escupitajos sonados que existen, afortunadamente casi todos ellos castigados. Eso sí, si el objetivo a escupir es el árbitro y aciertas, la sanción puede ser incluso por un período indefinido. En lo que a las agresiones se refiere, no sólo se pegan los aficionados. Los futbolistas se encaran cada dos por tres (alegan que se trata de un deporte de hombres) y soltar declaraciones altisonantes suele ser el hobby preferido de los más acomplejados. Para terminar nos quedan los pillos o sinverguenzas, como Cassano o Dani, que con sus marrullerías fomentan el juego limpio. Ese fair-play que tanto preocupa a la FIFA y que tan poco se ve en los terrenos de juego. Sin embargo, no sé el porqué, es el deporte que más nos gusta.