Ejercicio de comunicación
Actualizado: GuardarMás allá de la mera cuestión estética, nadie debe dudar que la música -como tantas otras artes- retrata fielmente la personalidad y temperamento de quien la compone e interpreta. Ben Lee llegó al escenario del Aulario la Bomba precedido de una fama de sana y extrovertida persona e impecable profesional que, pese a su juventud (27 años), lleva ya más de una década de estrecha e intensa relación con la industria discográfica, donde debutó con Grandpaw Would (1995) cuando aún era un adolescente. Cumpliendo a pies juntillas tal premisa, su concierto se convirtió en un ejercicio de comunicación, donde un luminoso catálogo de canciones, sumado a los permanentes comentarios del protagonista -con directas alusiones a esta gira española, al atractivo de la ciudad e incluso a su cariño por la tortilla de patatas-, transmitieron explícitamente su carácter afable y abierto talante.
Con el exclusivo apoyo de su guitarra, más el soporte de Lara Meyerrranken con cajón, teclados y una exquisita segunda voz, el australiano residente en Estados Unidos se aplicó en un recorrido de cuño propio estructurado sobre ese pop diáfano y directo que ha definido su trayectoria. A ello contribuyó la excelente tesitura vocal de Lee, la solvencia de sus partituras -algo lastradas por momentos a causa de su dependencia del arquetipo- pero también el dominio de la escena y la relación cómplice establecida con unos doscientos cincuenta asistentes que conformaron una notable entrada.
Arrancando con su primerizo éxito Pop Queen, Lee desarrolló un guión que fue alternando tiempos dinámicos con otros más íntimos y relajados. En los primeros, buscando habitualmente el efecto coral a través de la participación del público. En los segundos, arrojando luz sobre su modulación más reflexiva y melancólica.
En ambos, Lee se mostró cómodo y expresivo, enarbolando una mezcla de previsión y espontaneidad que terminó reflejando las coordenadas de su propia personalidad. Tras una hora larga de concierto, e inmediatamente después de bordar la faena con la interpretación del celebrado y contagioso Catch My Disease -el triste sino de todo músico parece ser vivir pendiente de que la inclusión de una de sus canciones en un spot televisivo para ver elevada en algunos puntos su popularidad-, Lee abandonó el escenario cantando sin amplificación, caminando entre la au-diencia y renunciando a los bises para dedicar un rato a repartir firmas y sonrisas junto a la mesa de merchandising.
El remate comunicativo.