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Un fenómeno editorial basado en la realidad

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«No nací ni me eduqué para ser una de las famosas geishas de Kioto ». El arranque de Memorias de una geisha anuncia el tono autobiográfico del best-seller de Arthur Golden, que desde su publicación en 1997 se ha traducido a 32 idiomas y vendido 4 millones de ejemplares. Graduado en Arte Japonés en Harvard, Golden vivió unos años en China y Japón, donde acarició la idea de plasmar en una ficción el mundo sensual y a la vez degradante de las geishas, cortesanas adiestradas duramente en el arte de la seducción, cuya virginidad se vendía al mejor postor.

Las confesiones de la protagonista, Sayuri, permiten a Golden retratar el Japón de entreguerras, donde aún resuenan los ecos feudales y las tradiciones ancestrales empiezan a convivir con los modos occidentales. Las geishas o mäiko-san, como se las conoce en Japón, aún existen. Se forman desde adolescentes en el arte de la danza, el canto, los instrumentos musicales y los arreglos florales. Ya no venden su cuerpo, pero siguen mantenidas por un danna o protector, capaz de gastarse 4.000 euros en un kimono. El resto de los mortales podrá pasar una velada donde la geisha sirve el té y acaricia el shamisen o laúd japonés por 12.000 módicos euros.