No quieren la Copa y se llevan los bastos
El Cádiz de los suplentes, con Oli, Pavoni y compañía, dice prácticamente adiós a la Copa tras perder 0-2 ante el Espanyol Los amarillos realizan un juego pésimo, lento y previsible, y los pericos sentencian con goles de Pandiani y Fredson
Actualizado: GuardarMal, mal, mal, mal. Rematadamente mal. Es complicado hacerlo peor. La Copa, salvo milagro, ya ha pasado a mejor vida. Bueno, la han tirado a la basura, con lo bonita que es. Qué falta de respeto a Su Majestad, que con partidos como el de ayer borraría su nombre del torneo.
Ya se ha soltado el lastre de la segunda competición. Parecía que el sueño era una pesadilla para algunos. Espárrago, que siempre dice que pone a los que están mejor, no cumplió con su retahíla. Medina, Benjamín, Bezares o Armando tienen que estar ahí en encuentros como estos. Y sus suplentes, que ahora mismo no son más que eso, sus suplentes, deben ser un buen recambio en un momento dado y entrando poco a poco. Pero no jugando todos desde el primer minuto en un duelo con tanta responsabilidad.
Por eso, lo fácil después del encuentro sería arremeter contra Matías Pavoni, una sombra de lo que fue, o el desaparecido Oli. Comentar que la pareja Fleurquin-Suárez aguanta y destruye pero no da un balón en condiciones. Y que Navas no aporta la seguridad del meta de Sopelana.
Titulares y suplentes
Pero fue Espárrago quien los puso. Se la jugó con el obsoleto bloque de Chapín y le salió rana. No apostó por la Copa y pintaron bastos y la razón no hay que buscarla en tácticas, estrategia o suerte. Es más fácil que todo eso. El fútbol es un estado de ánimo que necesita del talento innato de los mejores futbolistas, y el equipo que ganó al Sevilla, Getafe y Málaga es enormemente superior al de ayer. Nadie, ni el Barça, tiene dos escuadras del mismo nivel. En el Sánchez Pizjuán este once funcionó por su fortaleza defensiva, pero fue vergonzoso que ni siquiera miraran a puerta. Ante el Espanyol había que demostrar algo más y los jugadores enrocaron por su falta de creatividad, mientras que su rival sólo tuvo que esperar la oportunidad para apuntillarlo.
Mirando la alineación en la pantallita de la entrada de Carranza se podía saber perfectamente lo que quería Espárrago. Reservar a los buenos para la Liga y que los suplentes se batan el cobre en el torneo del ko. ¿Que confiaba en ellos? Después del 3-2 al Sevilla, el técnico apostó por el mismo equipo olvidándose del cansancio. En el inicio liguero estaba el once de Chapín miércoles y domingo, sucesivamente. Porque eran los mejores. Ahora no. Serán este sábado los otros los que, ya descansados, intenten sacar algo positivo del Bernabéu.
En la primera parte, el Cádiz comenzaba de manera distinta a lo que nos tiene acostumbrados. Con recelo, trocaba su ímpetu inicial por una parsimonia impropia de una escuadra que quiere imponerse desde el principio. Es más, regalaba el balón y, ante la sorpresa del Espanyol, se limitaba «a verlas venir», como define perfectamente Raúl Navas. Oli, en uncabezao lejano y blandito, y Estoyanoff en un fallido pase de la muerte apenas inquietaron a la escuadra periquita.
Hasta ahí más o menos bien. Pero al cuarto de hora los blanquiazules, entre los que no estaban ni Tamudo ni De la Peña, comenzaban a sentirse superiores a su rival. El ex madridista Juanfran entraba por la banda derecha con una facilidad pasmosa, favorecida por el estrepitoso encuentro de Mario Silva. El extremo valenciana disfrutaba de la primera gran ocasión pero su disparo a la media vuelta se marchaba a la izquierda de Navas.
Tres ocasiones claras
Los de Lotina se desmelenaban y atacaban constantemente. Sin prisa pero sin pausa iban cayendo las ocasiones. Esta vez era Zabaleta quien, en una gran jugada por banda, apuraba la línea de fondo para centrar y De Quintana despejaba con tan buena o mala suerte que pegaba en el palo. Primer aviso, como en los toros, pues ayer hasta sonaban toques de clarines en Carranza. Qué mal augurio.
Luego sería Fredson en una acción en la que Navas salía a por uvas y se llevaba el racimo. El cuero lamía el poste pero por fuera, como tampoco entraba el cabezazo final de Pandiani.
La primera parte dejaba a un Cádiz apático, aburrido, desordenado y previsible en sus acciones. Tras el descanso iba a ser peor. Con el paso de los minutos, el desacierto del Espanyol se tornaría en dos goles. Después de que Fredson obligara a lucirse a Navas con su mejor paradón de la temporada, llegaría la jugada clave. Otra vez Juanfran sobrepasaba al despistado Silva y centraba raso para que Pandiani metiera la puntita y diera en el blanco con su primer gran disparo. El rifle no está para bromas, y es una apuesta segura. En una acción de picardía, se adelantaba a De la Cuesta y Navas, clavados en el área pequeña, y adelantaba a su equipo.
A continuación llegaría la tímida reacción del Cádiz, sin orden ni concierto aunque mejorada sensiblemente con la entrada de Morán y Lobos. Lo que pasa es que la suerte hay que buscarla y el equipo amarillo lo hacía con muy poco hincapié. Sólo De Quintana, un defensa, podría haber nivelado el marcador pero su remate, a escasos centímetros de la portería, se largaba por encima del larguero.
El resultado era malo pero, como dice Murphy, todo en esta vida es susceptible de empeorar. Y sería Fredson quien aniquilara las mínimas esperanzas con un gran zurdazo que no encontraba respuesta en Navas. Un gol precioso y que era el justo premio para un Espanyol que hacía lo mínimo para poner pie y tres cuartos en semis. Cosas más raras se han visto en el fútbol, pero tendrían que cambiar muchas cosas para que los amarillos levantaran la eliminatoria en Montjuic. Lo primero, los propios jugadores.