Dominique Lapierre se sumerge en la URSS de los cincuenta en su nuevo libro
El escritor relata ahora en 'Érase una vez la URSS' el viaje que realizó a la antigua Unión Soviética acompañado del fotógrafo Jean-Pierre Pedrazzini «Aprendí que la libertad es un bien insustituible», analiza el periodista
Actualizado:En el verano de 1956 el joven periodista de la revista París Match, Dominique Lapierre, emprendió uno de los viajes que más honda huella le dejarían a lo largo su vida. Acompañado del fotógrafo Jean-Pierre Pedrazzini y de sus respectivas esposas decidieron atravesar la columna vertebral de la antigua Unión Soviética, un país que en aquel entonces tenía restringido el paso a la corrompida civilización occidental. El resultado de aquella experiencia la recoge ahora en Érase una vez la URSS, un libro de viajes que, con el tiempo, se ha transformado en un «documento histórico».
El escritor galo -entonces tenía 25 años- ha construido el texto basándose en las notas que tomó durante el viaje y en los recuerdos que, según dijo, permanecen «aún vivos» en su memoria. «Cuando eres joven tu cerebro es una esponja que procesa todo lo que ve», aseguró Lapierre, quien a sus 74 años muestra una energía y vitalidad inusuales a esa edad. Aunque en 1957 publicó tres reportajes en París Match, el libro que presenta es inédito, pues lo ha redactado desde principio a fin. «Confío que me haya salido con la misma frescura y el mismo brío con el que escribía de chaval».
En un correcto castellano -ayudado en contadas ocasiones por el escritor y también viajero Javier Moro- Lapierre recordó con muchos aspavientos y gesticulaciones algunas anécdotas de un periplo que llevó a cabo a lomos de un Simca Marly y en el que recorrió cerca de 13.000 kilómetros. «Antes de emprender el viaje logramos entrevistarnos con el primer ministro ruso, Nikita Jruschov, para pedirle permiso; éste hombre, que el año anterior se había atrevido a denunciar los crímenes de Stalin, nos dijo: 'Es una pésima idea; tenemos unas carreteras es un estado funesto y sus esposas no aguantarán; a los quince días se divorciarán de ustedes'».
Más de tres meses
No fueron quince sino tres meses y medio los que permanecieron Lapierre, Pedrazzini y sus mujeres en tierras rusas. Gracias a la mediación del ex presidente de la República francesa, Vicent Auriol, lograron la autorización del Inturist, el organismo encargado del turismo soviético. «Era la primera vez, tras la Segunda Guerra Mundial, que dos reporteros lograban entrar en el país con total libertad de acción», recordaba Lapierre.
Al volante del Simca atravesaron Alemania y entraron en la URSS por Polonia, una frontera «abarrota de policías y guardias de seguridad». Una vez en Moscú se desplazaron hasta el Mar Negro y Georgia por unas «pésimas carreteras» donde lo peor era la gasolina. «Estaba llena de impurezas; era una asquerosa; la tuvimos que filtrar con un sombrero que me llevé, y que perteneció a mi padre, para que el carburador del coche la aceptara».
Durante el recorrido les acompañó Stanislav Ivánovich, un periodista del Komsomolskaia Pravda, el periódico de las juventudes comunistas. Curiosamente, cuando en el mes de febrero de 1957 París Match publicó los reportajes, Ivánovich fue sancionado por la dirección del periódico y las autoridades políticas. «Consideraron que había actuado con indiscreción al enseñarnos demasiadas cosas del país», explicó Lapierre. El periodista del Pravda fue despedido del rotativo y enviado a Siberia durante tres meses. «Ahí fue cuando aprendí de que la libertad es un bien insustituible», afirma cincuenta años después.